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abril 10, 2014

Una guerra que sólo la Iglesia puede ganar (por Kenneth Copeland)

4-14_kenneth-mainEn la década de 1960, el gobierno de los Estados Unidos de América inició una guerra contra la pobreza. El presidente Lyndon Johnson fue el propulsor de esa iniciativa; la cual, en aquel entonces le pareció una muy buena idea a muchas personas —incluyendo a los Demócratas y a los Republicanos—.

Sólo había un problema:

Ésa era una guerra que ni el gobierno de los Estados Unidos, ni ningún otro gobierno del mundo podía ganar.

En la actualidad, el porcentaje de población pobre en Estados Unidos es casi idéntico al de la década de los 60 porque la pobreza no es un problema financiero. Es un problema espiritual. Y no puede ser resuelto ni erradicado por los políticos ni por los programas de asistencia social creados por los hombres.

Puedes invertir todo el dinero que quieras para erradicar la pobreza, pero no lo lograrás. Al contrario, empeorarías la situación; porque el diablo es la fuerza de empuje que está detrás de la pobreza, y utiliza el dinero como influencia y poder. Él ya se dio cuenta que si puede influenciar a las personas para que busquen otra fuente, que no sea Dios, para suplir sus necesidades (sin importar qué escojan como fuente: el seguro social o la bolsa de valores); obtendrá el control sobre ellas… y tener el control es lo único que le importa a Satanás.

Por esa razón, el Señor no quiere que Su pueblo dependa financieramente de nada, ni de nadie que provenga del orden económico mundial. Dios no quiere que veas al gobierno como tu fuente de prosperidad. Tampoco quiere que pongas tus esperanzas en tu tío rico “Charlie”. Ni siquiera quiere que dependas de la empresa donde trabajas.

Dios quiere que dependas sólo de Él, pues sólo Él puede librarte del dominio del enemigo y prosperarte—sin importar lo que esté sucediendo en la economía mundial.

Mis padres descubrieron esa revelación durante la recesión de la década de 1930. La economía era miserable alrededor de toda la nación en ese entonces. Y en especial en el Oeste de Texas, donde vivían mis padres. En aquellos días, era muy difícil sobrevivir en esa región —incluso en las buenas temporadas—. La fuente principal de ingresos eran los pequeños agricultores, y como ninguno tenía un sistema de irrigación, aun la sequía más pequeña podía causar un gran problema. Así que ya puedes imaginarte que sucedió de 1931 a 1941 cuando prácticamente no llovió.

Durante esos 10 años, la extensión territorial de Texas, Oklahoma y Nuevo México, se convirtió en un gran tazón de arena. Las tormentas de arena se intensificaron tanto que la gente moría en ellas. Sus pulmones se llenaban de polvo y no podían respirar. Y como si eso no fuera suficiente, las oportunidades de empleo —las cuales ya eran escasas—también desaparecieron; y a causa de eso, las personas comenzaron a abandonar la ciudad.

En aquel entonces mi madre y mi padre no sabían mucho acerca de prosperidad divina, pero amaban al SEÑOR. Ellos sabían que Dios era su Fuente, así que al realizar sus votos matrimoniales se comprometieron a diezmar cada centavo de los ingresos que obtuvieran por el resto de su vida.

Durante todo el tiempo que duró la recesión, mi papá nunca se quedó sin empleo por más de un día completo. Si se quedaba sin trabajo, él y mi madre se tomaban de las manos y oraban por otro. Mi madre me dijo lo siguiente: “Me paraba en la puerta y veía a mi esposo alejarse en el camino hasta que desaparecía por completo. Luego, mientras realizaba las tareas de la casa alababa y adoraba a Dios”.

Mi padre siempre conseguía empleo en menos de 24 horas. Dios lo dirigía y le mostraba a dónde debía ir y le conseguía uno —el mejor—, en una temporada donde nadie lo encontraba. ¡Hablando de ganar la guerra contra la pobreza!, en una de las peores temporadas que el país haya experimentado. Mientras otros dependían del gobierno o de alguien más dentro del sistema del mundo para suplir sus necesidades, mis padres pusieron su mirada en Dios, siguieron diezmando y fueron BENDECIDOS.

Manteniendo pobres a los pobres

Quizá puedes decir: “Bien hermano Copeland, me alegra que le haya ido tan bien a tus padres, pero seguramente no pensarás que todos deberíamos seguir su ejemplo. Seguramente no estás sugiriendo que Dios quiere que las personas que viven en genuina pobreza sean dadores”.

No, no estoy sugiriéndotelo. Te lo estoy asegurando, pues está en la Biblia. Lucas 6:38 le habla a los pobres y a los ricos: “Den, y se les dará una medida buena, incluso apretada, remecida y desbordante. Porque con la misma medida con que ustedes midan, serán medidos”.

Fue el diablo quien inventó la idea de que no debemos esperar que una persona pobre dé. Ésa es su manera en la que el mantiene al pobre siendo pobre. Dios quiere que todos diezmen y ofrenden para que Él pueda enriquecerlos.

Jesús confirmó esa verdad con la reacción que tuvo cuando la viuda pobre ofrendó en el Templo. Jesús siempre hizo la voluntad de Su Padre; si Dios no hubiera querido que los pobres ofrendaran, Jesús se habría opuesto cuando la viuda depositó en el cántaro de las ofrendas los únicos dos centavos que tenía. De ser así, Jesús habría dicho: “Espera un momento mi querida viuda, Dios no necesita tu dinero. Este lugar está lleno de personas ricas que pueden financiar Su obra. Así que guarda esos dos centavos para ti porque los vas a necesitar”.

Jesús no se expresó de esa manera. Al contrario, bendijo su ofrenda y declaró que ésa era la ofrenda más generosa dentro del arca de las ofrendas. Además le dijo a Sus discípulos: “…De cierto les digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca, porque todos han echado de lo que les sobra, pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, ¡todo su sustento!” (Marcos 12:43-44).

Una de las cosas que espero con ansias cuando llegue al cielo y se abran los archivos de la historia de la Iglesia, es descubrir qué sucedió al final con esa viuda. Es muy probable que se haya convertido en una magnate de bienes raíces, y haya sido una de las dadoras más generosas de la Iglesia Primitiva del Nuevo Testamento. ¿Qué me hace pensarlo?

¡Ella accedió a la misma revelación que Pablo más tarde le predicó a los creyentes de Macedonia! Un grupo de personas extremamente pobres; lo que realmente pasó es que esos santos tuvieron que rogarle a Pablo para que les permitiera contribuir con la ofrenda que él estaba recibiendo de otro grupo de creyentes. Cuando Pablo accedió a regoger sus ofrendas, recibió la siguiente revelación de parte de Dios: “…El que poco siembra, poco cosecha; y el que mucho siembra, mucho cosecha… porque Dios ama a quien da con alegría. Y Dios es poderoso como para que abunde en ustedes toda gracia, para que siempre y en toda circunstancia tengan todo lo necesario, y abunde en ustedes toda buena obra” (2 Corintios 9:6-8).

De acuerdo con la versión The Amplified Bible, para que siempre y en toda circunstancia tengan todo lo necesario, quiere decir lo siguiente: “posean suficiente para no pedir ayuda o apoyo y estén provistos en abundancia para toda buena obra y donaciones caritativas”. Yo creo que ésa era la recompensa que la viuda esperaba recibir de parte de Dios, y eso obtuvo.

El tazón de arroz de USD $35,000

Puedes decir: “Pero el Nuevo Testamento aún no había sido escrito cuando la viuda ofrendó sus dos centavos. ¿Cómo sabía lo que Dios haría por ella?”.

Ella sabía suficientes escrituras del Antiguo Testamento, las cuales le servían para fundamentar su fe:

“A quienes reparten, más se les da; los tacaños acaban en la pobreza. El que es magnánimo, prospera; el que sacia a otros, será saciado.” (Proverbios 11:24-25).

“Entreguen completos los diezmos en mi tesorería, y habrá alimento en mi templo. Con esto pueden ponerme a prueba: verán si no les abro las ventanas de los cielos y derramo sobre ustedes abundantes bendiciones. Lo digo yo, el Señor de los ejércitos” (Malaquías 3:10).

“Honra al Señor con tus bienes y con las primicias de tus cosechas. Tus graneros se saturarán de trigo, y tus lagares rebosarán de vino” (Proverbios 3:9-10).

Personalmente, estoy convencido que esa viuda tenía tanta fe en esos versículos que más que dispuesta, estaba determinada a dar. Creo que se dirigió hacia el arca de las ofrendas con tanta confianza y audacia que nadie se hubiera atrevido a detenerla.

Probablemente, la vida de esta viuda era similar a la de otra pobre viuda que el Dr. Paul Yonggy Cho encontró en su iglesia de Corea hace algunos años. Como él lo relata; Esta viuda se dirigió al frente con su tazón de arroz, y valientemente lo puso en el altar. El Dr. Cho sabía que ese tazón de arroz para esa mujer tan pobre podía significar la diferencia entre comer o morir de hambre; así que trató de devolvérselo.

“¿Quién crees que eres tú para interferir con mi ofrenda?” Ella le dijo, “Este tazón de arroz es mío, y voy a hacer con él lo que Dios me dice”.

Dr. Cho se hizo a un lado, después de recibir esa reprimenda, (y luego, dijo: “Me la merecía”). De repente, un hombre rico dentro de la congregación salió de su asiento y corrió hacia ella. Este hombre había estado viendo todo lo que la viuda hacía; y con su ofrenda, ella le enseñó algo que cambió su vida. Aquel hombre le dijo: “El SEÑOR me acaba de decir que te pague USD $35,000 por ese tazón de arroz”.

Y ella le respondió: “Está bien”.

En un instante, aquella mujer pasó de ser pobre, a rica.

Quizá digas: “Pero hermano Copeland, ¿qué habría sucedido si aquel hombre adinerado no hubiera obedecido? ¿Qué medio habría utilizado Dios para prosperar a esa mujer pobre? No es posible que Él le hubiera lanzado los recursos desde el cielo”.

¡Por supuesto que Él puede! ¿Acaso nunca has escuchado acerca del maná que los israelitas comieron en el desierto? Fue Dios el que lanzó suficiente maná desde el cielo para alimentar a un pueblo de dos millones y medio de personas todos los días. Dios no tiene que depender de los recursos de esta Tierra, pues tiene a Su disposición todos los recursos espirituales de los lugares celestiales —y si necesita más, Él puede crearlos—.

Ve primero a Dios

Amigo, Dios es rico, rico, rico… y si eres una persona nacida de nuevo, como heredero con Cristo, todos Sus recursos también te pertenecen. ¡Esto no es sólo religión, es la realidad del Nuevo Testamento! Cuando Jesús fue a la Cruz, Él derrotó por completo la pobreza de tu vida. En 2 Corintios 8:9 dice: “…por amor a ustedes, siendo rico se hizo pobre, para que con su pobreza ustedes fueran enriquecidos”.

Observa que este versículo no nos dice que Jesús se hizo pobre sólo para suplir tus necesidades. ¡Él se hizo pobre para que tú puedas ser rico! Además, 2 Corintios 9:8 explica cómo esto opera: “Y Dios es poderoso para hacer que toda gracia (cada favor y bendición terrenal) venga a ustedes en abundancia para que puedan siempre y bajo cualquier circunstancia y en cualquier necesidad, ser autosuficientes [poseyendo suficiente para no pedir ayuda o apoyo y estén provistos en abundancia para toda buena obra]” (AMP).

¡Ésa es la voluntad de Dios para tu vida! Él no quiere que acudas al gobierno a pedir ayuda financiera. Tampoco quiere que vayas al banco a pedir dinero prestado. Él mismo quiere darte más que suficiente para toda buena obra, de modo que cuando el pastor anuncie: “Construiremos un nuevo edificio para la iglesia”, no digas: “Yo sólo puedo dar un poco”, sino que puedas decir: “Yo pagaré la construcción del ala norte”.

Tristemente, la mayoría de creyentes no pueden ni siquiera imaginar que algo así sea posible. Pues se ven a sí mismos, a su pasado, a su nivel de educación, etc. y piensan que sería imposible. Incluso dicen: “Ni siquiera Dios podría darme esa cantidad de dinero a mí. Sería muy difícil”.

Pero, ¡ésa es una declaración completa y absolutamente anti-bíblica! Para Dios nada es muy difícil. Él puede: “…hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20). La única razón por la que creemos que es algo muy difícil para Dios, es porque lo es para nosotros.

Así que, deshagámonos de ese paradigma (ese pensamiento). Dejemos de limitar a Dios tratando de entender las cosas con nuestro propio entendimiento, pues éste último es limitado. De acuerdo con la Biblia: “…nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37), y “…al que cree todo le es posible” (Marcos 9:23).
Así que quitemos la mirada de nosotros mismos y de cualquier otra cosa de este mundo natural; mejor pongamos nuestra mirada en Dios, y creamos sólamente.

Para hacerlo, por supuesto, debemos renovar nuestra mente al punto de que primero acudimos a Dios en cuanto a nuestras finanzas. No vamos primero al banco, después al tío Charlie; y por último con la abuela, quien seguramente nos dirá que deberíamos orar acerca del tema. ¡No! La oración debe ser nuestro punto de inicio. Somos hijos del Dios todopoderoso, y Él es el dueño de todas las cosas en el cielo y en la Tierra. Somos coherederos con Jesús, y Él fue proclamado heredero de todo. En Cristo, no sólo somos guardianes de los inmensurables recursos de Dios, sino co-propietarios. ¿Cómo podría una persona preocuparse por pagar la renta, sabiendo que es el coheredero de todo el Universo?

¡Eso ni siquiera tiene sentido!

Te diré algo que sí tiene sentido: es que tú, cada creyente y yo tengamos más que suficiente en todas las cosas. Y la razón por la que tiene sentido, es porque, debemos tener abundancia, no sólo para que podamos pagar nuestras cuentas, sino para hacer toda buena obra.

Ese siempre ha sido el sentir del corazón de Dios: “Al pobre lo levanta de la nada, y saca de la inmundicia al mendigo para sentarlo entre los príncipes.” (1 Samuel 2:8). Y eso es algo que, por más que lo intenten, los gobiernos de este orden mundial decadente no podrán lograr. Dependerá de nosotros, como iglesia del SEÑOR Jesucristo, recibir los recursos que Dios tiene preparados para nosotros, y comenzar a pelear la guerra contra la pobreza, pues ésa es nuestra responsabilidad. A nosotros nos corresponde permanecer firmes en la victoria que Jesús ya ganó y colocar al espíritu de la pobreza en donde corresponde —bajo la planta de nuestros pies—

Texto extraído de: Revista LVVC – Edición abril 2014, página 4