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noviembre 24, 2014

Atrapa la Visión – por Gloria Copeland

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Normalmente, no soy aficionada al fútbol americano, pero hace varios años miré una parte del juego del Super Bowl que jamás olvidaré.
Los Rams de St. Louis estaban jugando contra los Titans de Tennessee. En los últimos dos minutos del juego, con el marcador empatado, el mariscal de campo de los Rams, Kurt Warner (quien por cierto, es un creyente), retrocedió y lanzó la pelota. En una fracción de segundo observó todo el campo, buscando un receptor. Y como era de esperar, encontró a Isaac Bruce (¡otro creyente!) en posición, listo para atrapar la pelota y correr. Warner lanzó el pase, Bruce lo atrapó, y corrió para anotar.
Ése fue un gran momento para los Rams, pero también fue un gran momento para mí porque recibí una revelación del Señor que desde entonces he venido enseñando. De pronto, me di cuenta más claro que nunca que Dios siempre está buscando un receptor. Él tiene una bodega celestial llena de riquezas, una Biblia que rebosa con promesas, un corazón lleno de planes maravillosos; y Sus ojos siempre: «están contemplando toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que mantienen hacia él un corazón perfecto» (2 Cronicas 16:9).
Así como Kurt Warnes buscaba a Isaac Bruce, Dios busca a creyentes que en fe alcancen y tomen todo lo que Él ya ha provisto. Él está buscando personas que se aferren a Su visión para sus vidas, que corran con ella y que crucen la meta como los ganadores que Él creó.
El problema es que ese tipo de creyentes no son tan fáciles de encontrar. Aunque hay multitudes de cristianos en el campo del juego de la vida, muchos de ellos no se han colocado en posición para recibir. En lugar de tener sus manos en el aire y sus ojos en la pelota, deambulan sin rumbo, diciendo: “Yo me imagino que Dios hará lo que quiera hacer con mi vida. Pues todo depende de Él”.
Aunque tengan buenas intenciones, están tomando una postura equivocada. Dios ya nos dijo en Su Palabra lo que quiere hacer por nosotros. Él quiere sanarnos, prosperarnos, quiere que seamos BENDECIDOS y que seamos una BENDICIÓN para los demás. Él quiere cumplir todos los sueños que ha depositado en nuestro corazón.
Sin embargo, no puede llevar a cabo nada de esto sin nuestra cooperación. Dios necesita que hagamos nuestra parte.
Si deseas saber lo importante que es para nosotros cumplir con lo que nos toca, piensa en cómo habría terminado el Super Bowl si Isaac Bruce no hubiera cumplido su parte ese día. Qué habría pasado si no hubiera prestado atención o si hubiera puesto sus manos sobre sus ojos, y hubiera dicho: “Simplemente no soy digno de ganar el Super Bowl. Creo que no lo merezco. No me veo ganándolo”.
Te diré lo que habría ocurrido. Los Rams hubieran perdido el juego.
Personalmente, no me gusta perder cuando juego, ¿y a ti? Y más aun cuando se trata de este importante juego llamado vida; deseo terminarlo siendo una ganadora. Por tanto, hace mucho tiempo, decidí que iba a atrapar la visión que Dios tiene para mí. Y además, voy a sujetarla bien, pues de acuerdo con la Biblia, esa visión es necesaria para obtener la victoria.
Así como dice en Proverbios 29:18: «Cuando no hay visión, el pueblo se desvía; ¡dichoso aquél que obedece la ley!».
La palabra visión en este versículo, se refiere especificamente a una imagen interna que proviene del Señor. La Biblia Amplificada la describe como una: “relevación redentora de Dios”. Ésa es una revelación tan clara y real que, como lo describe la definición hebrea, puede ser: “contemplada mentalmente, percibida, o mirada con atención”.
Para nosotros, como creyentes, tener este tipo de visión divina es vitalmente importante. Si queremos disfrutar de todos los beneficios maravillosos que Jesús compró para nosotros con Su muerte y Su resurrección, debemos tener una imagen de esa visión en nuestro interior —una imagen interior que podamos ver todo el tiempo— de las promesas y del plan de Dios cumpliéndose en nuestra vida.
Si no la tenemos, aunque vayamos al cielo cuando muramos, nuestra vida sobre la Tierra no será todo lo que Dios estableció que fuera. Mucho de lo que Él destinó que hagamos y disfrutemos, perecerá. En hebreo, el término perecer significa, entre otras cosas: “Desestimar o arruinar, soltar y permitir que algo se resbale entre los dedos”.

Dios no te enviará un telegrama
Quizá digas: “Pero Gloria, ¡no sé cuál sea la visión de Dios para mi vida! No estoy seguro de cuáles son Sus planes específicos para mi vida”.
Entonces, haz algo al respecto. No te quedes esperando que Dios te envíe un telegrama o un paquete por correo con las instrucciones adentro. Búscalo y descubre qué tiene reservado para ti. Invierte tiempo en oración, asistiendo a la iglesia y a las reuniones de creyentes donde el Espíritu Santo se mueve, y escucha lo que Dios está diciéndole a tu espíritu. Dale la oportunidad de iluminarte e indicarte qué dirección debes ir.
Lo más importante es que inviertas tiempo en la Palabra escrita de Dios. Descubrirás gran parte de tu visión divina escrita justo allí. La Palabra está llena de buenas noticias acerca de todas las BENDICIONES que te pertenecen por medio del plan de redención. Además, a través de la Palabra escrita descubrirás cómo vivir y aprenderás qué debes hacer para conectarte con Sus planes únicos para tu vida.
A lo mejor pienses: “Si eso es cierto ¿por qué hay tantos cristianos que leen la Biblia, y aún divagan sin una visión? ¿Por qué no reciben de manera abundante las bendiciones de Dios?”
Porque para beneficiarse de la Palabra de Dios, tienes que hacer más que sólo leerla. Debes creerla y obedecerla. De otro modo, actuarás igual que las multitudes incrédulas que escucharon las parábolas de Jesús. Ellos jamás obtuvieron nada de aquellas enseñanzas, pues como Jesús dijo: «Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra, y pronto brotó, porque la tierra no era profunda» (Mateo 13:15).
Esas personas habían endurecido su corazón a la Palabra de Dios por su propia incredulidad y desobediencia. Como resultado, perdieron su visión espiritual. Perdieron su habilidad para percibir y recibir lo que Dios intentaba mostrarles. Por tanto, no pudo sanarlos, ni restaurar todo aquello que faltaba en sus vidas.
¡Jamás caigas en esa condición! Mantén tus ojos y tus oídos espirituales abiertos, no sólo ocupándote de la Palabra, sino también creyendo y actuando conforme a lo que Dios te dice a través de ella. Si lo haces, Jesús podrá afirmar de ti lo mismo que dijo de Sus primeros 12 discípulos hace 2.000 años: «…a ustedes se les concede entender el misterio del reino de los cielos… dichosos los ojos de ustedes, porque ven; y los oídos de ustedes, porque oyen» (versículos 11, 16).

A receptores diferentes, resultados diferentes
Una vez que obtengas la visión de Dios para algún área de tu vida, puedes comenzar a llevarla a cabo. Pero a medida que lo hagas, tendrás que recordar el ejemplo que te dio Isaac Bruce. Cuando él atrapó ese pase tan importante y lo llevó hasta la zona de anotación, los miembros del equipo contrario hicieron lo imposible para quitarle la pelota. Sin embargo, él no se los permitió. Sin importar lo que sucedía, él se aferró al balón.
Tú y yo debemos actuar de la misma manera si vamos a cruzar la meta como ganadores. Necesitamos aferrarnos a la visión que Dios nos ha dado, mantenerla firme en nuestro corazón y negarnos a que se nos escape.
Es allí donde muchos receptores espirituales se descuidan y pierden la visión. Cuando el diablo los presiona, ellos pierden el control de su visión. Ellos permiten que el enemigo se las robe antes de que se cumpla en sus vidas.
Jesús nos advirtió acerca de ello en Mateo 13:3-8, en la parábola del sembrador. Allí, se compara la Palabra de Dios con la semilla que siembra un granjero en cuatro diferentes tipos de suelo:

“Un sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, algunas semillas cayeron a la orilla del camino, y las aves vinieron y se las comieron. Otras semillas cayeron en suelo rocoso, donde no había buena tierra; y de una vez florecieron; debido a que no tenían profundidad en el suelo. Pero cuando el sol salió, se quemaron; y como no tenían raíz, se secaron y se marchitaron. Otras semillas cayeron entre las espinas, y las espinas crecieron y las ahogaron. Otras semillas cayeron en buena tierra, y produjeron granos —algunas, hasta cien veces más de lo que fueron sembradas; algunas sesenta veces más y otras treinta veces más—” (AMP).

Las diferentes clases de tierra en esta parábola representan cuatro grupos de personas. Cada grupo tenía la misma oportunidad de ser BENDECIDO porque la Palabra llegó a todos ellos. Pero debido a que cada grupo recibió la Palabra de manera diferente, no obtuvieron los mismos resultados.
El primer grupo permitió que el diablo devorara la Palabra de inmediato. Ésa es la clase de personas que escuchan lo que se enseña en la Biblia, y en lugar de recibirla, la rechazan. Como resultado, no reciben nada de ella. Ni una sola cosa.
El segundo grupo de personas recibió la Palabra y se regocijó en ella momentáneamente, pero en realidad no permitió que se arraigara. Entonces: “cuando la aflicción, los problemas o la persecución [vino] a causa de la Palabra” (versículo 21, AMP) el diablo pudo convencerlos de que las promesas de Dios jamás serían una realidad en su vida, y su fe en la Palabra flaqueó. Su visión divina se marchitó y murió.
Si se lo permites, el diablo usará la misma artimaña contigo. Por esa razón, debes determinar en tu interior que te aferrarás a las promesas de Dios. Y también, depender con firmeza de lo que Dios te dice acerca de tu llamado divino y tus sueños.
Estos llamados y sueños no se cumplen de la noche a la mañana. A menudo toman tiempo.
Quizá hace 30 años, Dios te dio una visión acerca de algo que Él tiene reservado para ti, y puede ser que aún no se haya cumplido; sin embargo, eso no debe desanimarte. Sólo continúa confesándolo y creyéndolo. Sigue aferrándote a ello y no lo dejes ir.
El tiempo es muy importante para Dios, y es posible que aún no sea el tiempo para que esa visión en particular se cumpla. Pero si renuncias a ella, perecerá y jamás la verás cumplirse. Te perderás de vivir una preciosa parte del plan de Dios para tu vida.
Por tanto, ¡no te rindas! En lugar de eso, sigue buscando a Dios a diario. Sigue obedeciendo Su Palabra y obedece los consejos de Su Espíritu. Un día de éstos, darás un pequeño paso de obediencia y, aun sin darte cuenta, estarás dentro de la siguiente fase del plan de Dios para tu vida.
¿Quién sabe qué podría pasar? Quizá Dios te guíe a ir a alguna cafetería y termines conociendo al hombre que será el esposo que Él te prometió. Te puede decir que llames a alguien que no has visto en mucho tiempo y, gracias a esa conversación, termines teniendo la oportunidad del negocio de tus sueños.
Como creyentes, debemos vivir cada día con los oídos de nuestro corazón sintonizados con Dios, escuchándolo hablar aun acerca de aquellas cosas que aparentemente son insignificantes, pues no sabemos qué bendiciones puedan esperarnos como consecuencia de nuestra obediencia.

Ten cuidado con las espinas
El tercer grupo de personas en la parábola del sembrador de Jesús, recibió la Palabra y se aferró a ella. Sin embargo las espinas, las cuales representan «las preocupaciones de este mundo y el engaño de las riquezas», ahogaron la Palabra para que no pudiera dar fruto (versículo 22).
Pienso que en este punto es donde muchos cristianos llenos del espíritu se apartan del camino. Ellos tienen demasiadas cosas qué hacer; enfrentan demasiadas exigencias en el hogar, en el trabajo y aún en la iglesia, y permiten que estas cosas ahoguen su tiempo para la Palabra. Dejan que las preocupaciones e inquietudes de este mundo sofoquen su visión divina.
No permitas que eso te suceda. Pelea por ese tiempo de comunión con Dios. Deshazte de las cosas de tu vida que están estorbando tu comunión con Él. Y coloca a Dios y a Su Palabra en tu agenda todos los días. Mientras más atención le prestes a Dios, más podrá actuar en tu vida. Entre más te enfoques en Él y en Su Palabra, más profunda será en tu corazón la raíz de la visión que Él tiene para ti.
Tu corazón es una buena tierra para esa visión divina; sabe qué hacer con la Palabra de Dios y cómo procesarla. Si depositas la Palabra en tu corazón y la mantienes allí, regándola y protegiéndola, al final verás tu cosecha —“primero la hoja, luego la espiga, después el grano de la espiga” (Marcos 4:28, AMP)—.
Y al final, te convertirás en uno de esos receptores de los que Dios me habló ese día durante el Super Bowl. Atraparás la visión de Dios y correrás con ella… hasta cruzar triunfante la meta de la vida.
Al igual que un mariscal de campo está siempre listo para lanzar un pase y ganar el juego, Dios siempre está buscando un receptor. Él está buscando creyentes que atrapen Su visión para sus vidas y corran con ella. Tú puedes ser uno de esos creyentes. Puedes cruzar la meta de la vida habiendo cumplido Su plan para tu vida. Éstos son algunos consejos que te ayudarán a lograrlo: