fbpx

Pregunta del día

noviembre 14

¿Cuál es la diferencia entre la salvación del Antiguo y la del Nuevo Pacto?

La diferencia —la cual es grande—, es que en el Antiguo Pacto, aquellos que confiaban en Dios con respecto a la ley, no podían nacer de nuevo como nosotros que formamos parte del Nuevo Pacto. El nuevo nacimiento se hizo hasta que Jesús murió por sus pecados, fue resucitado de los muertos y fue glorificado. (Juan 7:37-39).

Antes que esos eventos sucedieran, otra provisión surgió. Cuando morían los creyentes del Antiguo Pacto, ellos permanecían o esperaban en un lugar, al cual se le denomina en la Biblia: el seno de Abraham, hasta que la obra de la redención fuera completada (Lucas 16:19-31). En el amplio sentido de la palabra, ellos eran salvos; sin embargo, no recibieron la promesa del nuevo nacimiento hasta después de que el Mesías pagó el precio por la redención de la humanidad.

Pero cuando Jesús fue a la Cruz, todo eso cambió. En Hebreos 10:14, dice: “Por medio de una sola ofrenda, Él nos limpió por completo y para siempre, y perfeccionó a aquellos que son consagrados y hechos justos” (Traducción libre The Amplified Biblie). La justificación, una posición de justicia ante Dios y el nuevo nacimiento, se obtienen sólo por fe en la sangre de Jesús  (Romanos 3:21-26). Estos privilegios no se obtienen al guardar la ley porque Cristo es el fin de la ley (Romanos 10:4).

Después de que Jesús hizo el sacrificio por el pecado, y concluyó con éste en la Cruz y fue resucitado de los muertos, en Efesios 4:8, dice que Él subió a lo alto y: «llevó consigo a los cautivos». Aquí se refiere a los creyentes del Antiguo Pacto quienes esperaban en el lugar llamado: el seno de Abraham. Él les llevó las buenas nuevas de que podían recibir el beneficio de Su sacrificio y nacer de nuevo. Ellos creyeron el evangelio y salieron del seno de Abraham y fueron al cielo.

La sangre de Jesús no sólo expió nuestros pecados, sino también los lavó. El termino hebreo atone significa: Cubrir. En el Antiguo Pacto, el sumo sacerdote cubría o expiaba el pecado de los israelitas —el quebrantamiento de la ley—, derramando sangre de animales. Pero al momento en que aceptamos a Jesús como nuestro Señor, pasamos a formar parte de una relación de pacto de sangre con Dios. Todo lo que el Padre posee, se lo entregó a Jesús en el Nuevo Pacto (Juan 16:15). Nos convertimos en coherederos con Jesús, al experimentar el nuevo nacimiento (Romanos 8:17) ¡Las riquezas de Dios y lo mejor que Él tiene, son nuestros!