Para lidiar con el pecado, primero debes saber que el ser humano es un espíritu; vive en un cuerpo y tiene un alma. Por lo tanto, cuando una persona nace de nuevo, recibe un nuevo espíritu y es rescatado del poder del pecado. La autoridad que el pecado tenía sobre nuestra vida ha sido rota. Sin embargo, el alma aún necesita ser renovada con la Palabra de Dios; pues al no hacerlo, ésta continuará manifestando la naturaleza de los deseos carnales. En Romanos 12:2, leemos: «…transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto».
La Biblia dice que la Palabra de Dios es una espada que divide, y separa el alma del espíritu (Hebreos 4:12). La Palabra de Dios expondrá cualquier manifestación carnal del pecado en el alma. Y una vez que se exponga, nosotros tendremos que batallar contra el pecado por elección propia. Pues seremos nosotros los que tomemos la decisión de permitirle entrar, o cerrarle la puerta de nuestra vida.