«Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.»
(1 Pedro 1:22-23)
Negarnos a olvidar el pasado, nos priva de la energía divina que necesitamos para amar a los demás. Al parecer insistimos en arrastrarlo adondequiera que vamos. Algunas veces, expresamos: “Oh, SEÑOR, no sé cómo amar a las personas como se debe. He sido tan egoísta toda mi vida. Todo el tiempo he sido desconsiderado y poco amable. Perdóname pero siempre he sido así”.
Es importante, que entendamos que ésa no es la manera en que el SEÑOR nos ve, Él nos ve a través de la redención. Dios siempre lo ha visto purificado por la sangre de Jesús, y vestido con Su justicia. Cuando usted se acerca al trono de la gracia para contarle al SEÑOR cuán malo era hace 25 años, Él desconoce de quién le está hablando. Dios olvidó sus iniquidades, las quitó de su ser, y las envió tan lejos como lo está el Este del Oeste.
En lo que a Él respecta, el día que usted nació de nuevo, ¡fue el día que nació de nuevo! Una amiga lo descubrió por experiencia propia, cuando le pidió al SEÑOR que le regalara una nueva secadora de ropa para su cumpleaños. Ella se sorprendió cuando llegó su cumpleaños, y no vio ninguna señal de su obsequio. Sin embargo, meses después, una noche alguien la llamó, y le dijo: “Por favor, perdóneme por llamarla tan tarde, pero el SEÑOR me indicó que le obsequiara mi secadora; y me pidió que lo hiciera ¡antes de la media noche de hoy!”. Cuando mi amiga revisó el calendario, se percató que ¡ésa era la fecha en que había nacido de nuevo!
Cuando nace de nuevo, su pasado no existe más. Por ejemplo, sería una insensatez tomar a un bebé recién nacido, y expresar: “Cielos, ¿no es precioso? ¿No es hermoso? Es una lástima que tenga un pasado tan terrible”.
¿Pasado? ¿Qué pasado? ¡Ese bebé no tiene ningún pasado! Si apenas es un recién nacido. ¡Es una nueva criatura!
Lo mismo ocurre con usted. Cuando nace de nuevo, se convierte en una nueva creación. En la Biblia leemos que las cosas viejas pasaron y que ¡todas son hechas nuevas! Es decir, que usted intercambió su vida, su pasado y su naturaleza por la de Jesús.
Cuando usted vea su pasado a través de esa relevación, declarará con valentía: “Sí, SEÑOR, puedo amar a las personas como Tú quieres que lo haga. Amar es algo natural para mí, pues poseo Tu naturaleza. En Ti, tengo un pasado de bondad y compasión. Por medio de la sangre de Jesús y de la PALABRA, ¡he nacido para amar!”.