«Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.»
(Mateo 21:22)
¡Estas palabras son asombrosamente sencillas! hacen que creer y recibir, parezca un suave y ligero fluir. En éstas no se menciona la tensión y la lucha que la mayoría de nosotros ha experimento, mientras hemos intentado vivir por fe. Tampoco hacen mención de los momentos en que nuestra fe parece fallar ni cuando esas cosas que necesitamos recibir aún están muy lejos de nuestro alcance.
¿Por qué Jesús no nos advirtió que esas situaciones difíciles ocurrirían? ¿Por qué no nos explicó lo difícil que es en realidad creer y recibir?
Porque cuando hacemos las cosas a Su manera, en realidad no es tan difícil. Cuando creer y recibir, surgen de una vida de amor; entonces las cosas que estorban nuestras oraciones se apartan de nuestro camino, y nuestra fe funciona de acuerdo con el propósito divino para el cual fue creada. Y nosotros descubrimos cuán fácil es vivir por fe.
En cierta ocasión, un amigo me contó una experiencia que ejemplifica a la perfección esta verdad. Él había estado firmemente creyendo que recibiría rompimientos específicos en su ministerio. En medio de las luchas y la presión… estudió la PALABRA… confesó su victoria y todo aparentemente había sido en vano. Pero un día, en medio de todas esas circunstancias, el SEÑOR le recordó a un amigo ministro, quien no lo había tratado muy bien hacía algún tiempo.
Aquel hombre había recibido mucha ayuda y apoyo de parte de mi amigo, pero él lo traicionó. Entonces mi amigo dijo: “Sinceramente, sentí que él me apuñaló por la espalda; y además me retorció el cuchillo. Pero decidí que no actuaría en su contra y que no haría nada para vengarme”.
Cuando el SEÑOR le recordó este incidente a mi amigo, él se dio cuenta de que no lo había perdonado por completo, y también comprendió lo que el Señor deseaba que hiciera al respecto. Dios le estaba indicando que le diera una ofrenda financiera significativa a ese hombre, que lo abrazara y que le dijera que lo amaba.
Eso fue algo difícil para mi amigo, pues en ese momento no tenía ningún sentimiento de simpatía por ese hombre. Sin embargo, a pesar de todo, obedeció. Dio un paso de fe, y se determinó a amar a ese ministro por fe, a pesar de sus sentimientos. Y cuando lo hizo, sintió un gran alivio.
Su obediencia no sólo le brindo alivio espiritual a su corazón, sino también un alivio a las luchas que había tenido por las cosas que esperaba recibir en Dios. De pronto, sin esfuerzo, las puertas comenzaron a abrirse para él y los tan esperados rompimientos comenzaron a ocurrir. En esa atmósfera de amor, la fe comenzó a realizar su obra de la forma en que Jesús dijo que sería.
Y para él, creer y recibir se convirtió en un suave y ligero fluir.