«Examínense para ver si están en la fe; pruébense a sí mismos. ¿No se dan cuenta de que Cristo Jesús está en ustedes?»
(2 Corintios 13:5, NVI)
Los principios del amor son buenos y poderosos, y funcionan para todos aquellos que los ponen en práctica. Sin embargo, nadie puede aplicarlos de la manera en que Dios desea que se apliquen, hasta que aceptemos a Jesús como el SEÑOR de nuestra vida. Esto ocurre, debido a que Jesucristo es la única persona que en realidad puede cumplir la ley del amor. Y la única manera en que podemos amar como Dios, es permitiendo que Su amor fluya a través de nosotros.
Por tanto, primero debemos establecer nuestra relación con Dios. Tenemos que asegurarnos que creemos en Jesús, como el hijo de Dios que vino a la Tierra, vivió una vida perfecta, murió en la Cruz por nuestros pecados, resucitó y está sentado a la diestra del Padre. Debemos cerciorarnos que ya renunciamos al diablo y a todas sus obras, y que ya recibimos a Jesús como nuestro SEÑOR y Salvador.
Muchas personas hacen lo siguiente, le dan gracias al SEÑOR porque son salvos, y no se vuelven a examinar nunca más. Pero ése es un error. El apóstol Pablo le escribió a los cristianos; es decir, a personas que saben que ya aceptaron a Jesús como su SEÑOR, y les indicó: «Examínense para ver si están en la fe; pruébense a sí mismos…».
Pablo no se refería a que debían dudar de su salvación. ¿Entonces a qué se refería? Se refería a que debíamos escudriñar de manera constante nuestra vida, con el fin de ver cuál era nuestra condición. ¿Estamos viviendo en la salvación que recibimos… o estamos sentados en la banca sin hacer nada? ¿Vivimos de tal forma que se nota que Jesús habita en nosotros?
Para responder a esas preguntas, es necesario que analicemos nuestra vida de amor. Debido a que el amor es la naturaleza de Dios y nuestro más grande mandamiento, y porque Jesús dijo que seremos reconocidos como Sus discípulos al vivir en amor, deberíamos examinarnos de manera constante para ver si estamos representando al amor como se nos enseña en 1 Corintios 13.
Una de las maneras en que puede evaluarse es confesando los versículos 4-8, en voz alta y sustituyendo la palabra Amor por la palabra Yo: “Yo lo soporto todo, soy paciente y amable, no soy envidioso; no pierdo el control con celos, no soy jactancioso o presumido, no me muestro arrogante. Yo no soy pretencioso (arrogante y lleno de orgullo); yo no soy grosero (o descortés) y no actúo de manera indecorosa. Yo no busco lo mío, pues no soy egoísta, no soy rencilloso, irritable o rencoroso, no tomo en cuenta el mal que me han hecho [no le presto atención a sufrimientos vanos]. Yo no me gozo en la injusticia, sino que me gozo cuando el derecho y la verdad prevalecen. Yo todo lo soporto, siempre creo lo mejor de cada persona, mi esperanza no mengua bajo ninguna circunstancia, todo lo tolero [sin debilitarme]. Yo nunca fallo [porque el amor de Dios en mi nunca se desvanece, no se vuelve obsoleto y nunca llega a su fin]” (AMP).
Si usted no está viviendo de manera eficiente en amor, lo notará al hacer esa confesión; entonces, puede arrepentirse y recibir el perdón de Dios. Además, a medida que siga declarando esas palabras, puede usarlas para desatar su fe y visualizarse viviendo en amor. Entre más practique esa confesión y se vea a usted mismo de esa manera, más fácil le será actuar en amor. Y más fácil será para usted pasar con éxito la prueba del amor.