“Y Él les dijo: Sean cuidadosos con lo que escuchan; ya que la medida
[de pensamiento y estudio] que le concedan [a la verdad que escuchan]
determinará la medida [de virtud y conocimiento] que retornará a su vida —y
más [en adición] les será dado a ustedes que oyen—”
(Marcos 4:24, AMP).
Una revelación profunda y completa de cuánto lo ama Dios, sin duda, es la BENDICIÓN más valiosa que usted puede recibir. Esa revelación beneficiará cada área de su vida —todo lo que piensa, todo lo que siente y todo lo que hace—. Una revelación plena del amor de Dios, desvanecerá por completo el temor de su vida. También hará que su fe vuele hasta el cielo. Le dará la libertad de vivir conforme al poder y bajo la unción de Dios.
“Sí, hermano Copeland —quizá usted diga—, pero yo no tengo esa revelación. La deseo y se la he pedido a Dios. Sé que la necesito, sin embargo, el Señor no me la ha dado”.
Claro que la tiene, Él ya se la dio: Dios la plasmó en Su PALABRA. La dejó en forma de semilla. Si toma una semilla y la siembra en su corazón, como Jesús lo indicó en Marcos 4, medita y ora por ella; ésta crecerá. Si dedica tiempo para tener comunión con el SEÑOR, con respecto a lo que leemos en la Biblia de Su amor por usted, y le permite que lo ayude a cortar toda la mala hierba que el diablo ha sembrado, y que ahoga la PALABRA; esas semillas florecerán y producirán en usted una revelación que llenará su corazón y su vida con Su fragancia.
Algunos se ocupan demasiado, y no invierten tiempo de calidad con el SEÑOR y Su Palabra. Luego resultan lastimados, y al tener problemas declaran: “Dios, ayúdame con esta situación ¡ahora mismo!”.
Estas personas son como un joven granjero, cuyo padre le ayudó a comenzar su granja obsequiándole una parte de sus tierras, un cultivo lleno de semillas de algodón, y todas las herramientas necesarias para cultivar esa tierra. En lugar de cultivar las semillas, el joven insensato desaprovechó su tiempo realizando otras actividades. Cuando se quedó sin dinero, acudió a su padre en pánico: “¡Papá! Estoy en la quiebra. Necesito un cultivo de algodón, y ¡lo necesito hoy!”.
¿Qué hace ese padre? Él no puede producir un cultivo de algodón para ese joven de la noche a la mañana. Quizá pueda darle dinero para sobrevivir por un corto tiempo, pero su hijo jamás prosperará hasta que tome los recursos que su padre le entregó y realice lo que sabe hacer.
Lo mismo sucede con la revelación del amor de Dios. Ésta no viene a nosotros sólo porque la anhelemos o sólo porque le roguemos a Dios por ella. Viene a nosotros porque honramos Su PALABRA lo suficiente como para cultivarla en lo profundo de nuestro corazón. Viene porque la valoramos tanto que meditamos en esa revelación y la estudiamos. Y su poder se derramará en la tierra de nuestro corazón a medida que le entreguemos el primer lugar en nuestra vida.