Quizá has escuchado a algún predicador hablar acerca de las primicias.
En este ministerio consideramos que la primicia es el diezmo. En otras palabras, entendemos que los términos: “diezmo” y “primicia”, significan lo mismo.

Las primicias se tratan del hecho de que el diezmo proviene de la primera parte de nuestros ingresos. Por esa razón, nosotros apartamos el primer 10% de nuestro ingreso (es decir, el 10% del total de nuestro ingreso bruto: nuestro salario y nuestros ingresos extras) del restante 90% que Dios nos provee para suplir nuestras necesidades, sembrar y ofrendar donde Él nos guíe. Luego se lo presentamos al Señor como alabanza a Él por Su provisión.

En ese acto de fe, el diezmador establece una relación de pacto con Dios y de confianza de que Él suplirá todas sus necesidades. Por esa razón, el diezmo no se debe usar para pagar cuentas o satisfacer necesidades básicas, sino para dar alabanza y adoración al Señor. (Recuerda, ¡Dios ama al dador alegre!).

Diezmar sólo es el comienzo dentro del sistema de vida del Señor, ¡pues podemos dar de nosotros mismos todos los días! Ya sea que se trate de ser amable con alguien más o compartir las buenas nuevas del evangelio con alguien necesitado, Dios anhela que seamos personas comprometidas a darnos al Señor, en lo que sea que nos guíe. Dios usará cualquier cosa que le ofrezcamos —no importa si es nuestro tiempo, nuestros talentos, nuestras finanzas o nuestras habilidades— ¡y Él galardonará a quien diligentemente lo busque! (Hebreos 11:6).