«BIENAVENTURADO el varón que soporta la tentación; porque cuando haya
resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que DIOS ha prometido a los
que le aman. Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de
Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie»
(Santiago 1:12-13).
Tenga mucho cuidado con lo que piensa cuando enfrente tiempos de tentación y presión; pues el diablo tratará de tomar ventaja de su situación, y tratará de robarle su confianza en la fidelidad y en el amor de Dios. Por supuesto, el enemigo no es tan tonto como para ir corriendo a decirle que Dios no se interesa en sus necesidades. Si usted conoce a fondo la PALABRA, el diablo sabrá que no caerá en esa evidente mentira.
Por consiguiente, se vestirá como ángel de luz (2 Corintios 11:14), y aprovechará ese momento de presión y dolor para darle una explicación que parezca piadosa: “No te resistas ante las circunstancias, sólo déjate llevar por la corriente; pues es así como Dios quiere enseñarte una valiosa lección. Él fue quien te envió esas situaciones”.
¡Ésa es un mentira! En la Biblia leemos claramente que Dios no envía ese tipo de situaciones. Él no tienta a nadie. El SEÑOR es el dador de toda buena dádiva, y de todo don perfecto, no de las cosas que nos traen angustia y destrucción.
Si usted permite que el diablo lo engañe, haciéndole creer que es Dios quien le hace daño, y que lo hace por su “propio bien”; al principio sentirá que es una nueva revelación. Pero a la larga ese tipo de pensamientos provocarán que su confianza en Dios se desvanezca paulatinamente. Y terminará lleno de confusión con respecto a qué es el amor en realidad. Y quizá, llegue a la conclusión de que si Dios, por amor, le hizo daño; usted podrá hacer lo mismo con los demás.
Como bien dice un antiguo dicho: “Con amigos así, ¿quién necesita enemigos?”.
Ése es el objetivo de las mentiras del diablo. Por consiguiente, niéguese a creerlas. Cuando enfrente una prueba o una tribulación, jamás diga que fue Dios quien se la envió; pues quizás usted mismo se involucró en esa situación o se encuentra bajo un ataque directo del enemigo.
De cualquier forma, nunca culpe a Dios. Asuma su responsabilidad si fue usted quien creó el problema, y lleve a cabo la instrucción que se nos describe en Santiago 1:5. Pídale a Dios que le dé la sabiduría necesaria para vencer en esa área. Si Satanás le envía un ataque, resístalo con la PALABRA. Niéguese a darse por vencido ante el desánimo y la frustración. Resista el ataque en fe y en poder. Si confía firmemente en el amor de Dios, ¡vencerá la tentación y el diablo huirá de usted!