«Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo
débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor»
(1 Corintios 1:27-31).

Muchas personas piensan que lo opuesto al amor es el odio. Sin embargo, lo correcto es decir que lo opuesto al amor es el egoísmo. El amor provoca que nos enfoquemos en los demás, mientras que el egoísmo causa que tengamos un enfoque egocentrista.

Por esa razón, para vivir en amor de manera exitosa, debemos quitar nuestra mirada de nosotros mismos, y comenzar a ver al SEÑOR. Es necesario que dejemos de ser egocéntricos, mejor centremos nuestra atención en Dios. Dejemos de confiar en nosotros mismos, y confiemos más en Dios.

En realidad, es un gran alivio admitir que es cierto lo que se afirma de nosotros en la Biblia. Pues en nuestras propias fuerzas, no somos nada, somos débiles, insensatos y nos equivocados. Por esa razón, Dios nos llamó. Él desea utilizar a las personas sin la capacidad de hacer algo que valga la pena con sus propias fuerzas, y a través de ellas realizar grandes cosas por medio de Su poder. A Él le agrada tomar los vasos ordinarios de la Tierra, y mostrar Su gloria a través de ellos.

¿Cómo lo logra? Al hacernos nuevas criaturas en Cristo Jesús, dándonos de Su justicia, de Su santidad, de Su sabiduría y de Sus habilidades. Dios depositó Su Espíritu en nosotros, a fin de que no dependamos de nosotros mismos, sino del Gran Yo Soy quien habita en nosotros.

Y durante ese proceso, apartemos nuestra mirada de nosotros mismos. La inseguridad y auto conmiseración vendrán a ser parte del pasado. Descubriremos que en realidad no importa quienes seamos, ni cuán inteligentes o talentosos podamos ser. Mantendremos puesta nuestra mirada en Jesús, sabiendo que a través de Su Espíritu, nos ha dado la habilidad de llevar a cabo cualquier cosa que Dios nos pida.

A medida que hagamos del SEÑOR el fundamento de nuestra vida, dejaremos de enfocarnos en lo que nos agrada, y buscaremos agradar a Dios. No perderemos el tiempo pensando “¿Qué quiero? o ¿qué me hará feliz?”. Al contrario, buscaremos al Señor, a fin de descubrir qué desea Él que hagamos y nos interesaremos sólo en las cosas que lo hacen feliz a Él.

Antes que se lo diga, usted ya sabe a que me refiero: Al amor. Cuando nuestra vida está fundamentada en el Señor y no en el egoísmo, nuestro propósito principal es vivir en amor, no por nuestras propias fuerzas y habilidades, sino por las de Él. Dejaremos de preocuparnos por nosotros mismos, y permitiremos que nuestra debilidad sea sustituida por Su fuerza. Entonces, le daremos toda la gloria a Dios