«Mas el justo vivirá por fe…»
(Hebreos 10:38).
Algunas veces veo que los cristianos luchan y trabajan duro, haciendo su máximo esfuerzo por vivir por fe. Al observarlos, usted pensaría que tener fe en Dios es algo muy difícil de obtener, y una manera muy complicada de vivir.
Sin embargo, Dios jamás pretendió que vivir por fe fuera algo difícil. Él quiere que sea tan sencillo que hasta un niño pueda lograrlo. Al separar la fe del amor, nosotros mismos complicamos las cosas. Ése es un gran error, pues la fe obra por el amor.
Tener fe en Dios, básicamente significa confiar en Él. Antes de confiar en alguien, tenemos que conocer su corazón. Debemos saber no sólo lo que nos ha prometido, sino por qué nos lo prometió. A menos que conozcamos cuáles son sus intensiones, jamás podremos confiar plenamente en esa persona. Por ejemplo, si se encuentran bajo presión y tienen que escoger entre protegerse a sí mismos o a nosotros, mismos o a todos, nunca sabremos con exactitud qué decisión tomarán.
Por esa razón, cuando tenemos una pequeña revelación de Su amor, nos cuesta creer en Sus promesas. Y si de manera constante estamos invadidos de dudas, y nos preguntamos: ¿Y si las promesas de Dios están sujetas a condiciones, y de manera inconsciente hemos fallado en cumplirlas? ¿Y si en este contrato llamado Biblia existen cláusulas y excepciones que exoneran a Dios del cumplimiento de esas promesas? ¿Y si existen requisitos que no conocemos?
Sin embargo, una vez que comprendamos el corazón de Dios, ese tipo de preguntas se desvanecerán. Cuando nos percatamos de que Dios realizó todas esas promesas, sólo porque nos ama, podremos descansar seguros; sabiendo que no sólo las cumplirá, sino que desea realizar por nosotros todo lo que ha declarado.
La razón que lo motiva a realizar todo por nosotros, es el puro amor que nos tiene. No debemos preocuparnos porque Dios escoja Sus propios intereses sobre los nuestros, pues Él ya probó en el Calvario que estaba dispuesto a sacrificarse a Sí mismo por nuestro beneficio. Al derramar Su propia sangre, nos demostró que cada promesa y cada palabra declarada fue motivada por Su gran amor. Él dio a conocer de forma definitiva, lo mucho que le importamos; al punto que desea suplir cada una de nuestras necesidades y que cuenta con el poder suficiente para realizarlo.
Sólo debemos invitarlo a entrar a nuestra vida, y Él se apresurará a realizar buenas obras para nosotros. ¡Tanto así nos ama!
Mientras más comprendamos esa verdad, más sencillo será tener fe. Después de todo, la fe es creer lo que Dios declara. La fe es simplemente confiar en que el Padre nos ha dicho la verdad. ¿Qué hay de difícil en comprender esa verdad?
Nada, cuando conocemos Su amor.