«… porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer
el hombre.»
(Hebreos 13:5-6)

En el pasado, varios miembros del Cuerpo de Cristo fallaron en su fe —no sólo apóstatas y carnales—, sino personas que conocían la PALABRA, oraban y buscaban siempre obedecer al SEÑOR. Durante mucho tiempo, esos fracasos me confundieron. Sin embargo, entre más estudio lo que en la Biblia se nos enseña con relación al amor, más seguro estoy de que podemos relacionar esos fracasos de fe, con la falta de la revelación del amor.

Cuántas veces hemos atacado a la pobreza, la enfermedad y otras cosas diabólicas que nos amenazan, usando las Escrituras que nos prometen ¡liberarnos de ellas! Cuántas veces hemos enfocado nuestra fe en el poder de Dios, con el fin que nos libere de esas cosas; sin estar plenamente ¡cimentados en el conocimiento de Su amor!

Como resultado, nuestra fe no funcionó como debería. Y no funciona de manera adecuada, porque la fe obra por el amor.

Quizá alguien argumente: “Pero yo sé que Dios me ama, y ¡aún así mi fe se quedó corta!”.

Tal vez ya lo sabe en su mente, pero su corazón ya está cimentado en ese amor? ¿Tiene la plena confianza de que ese amor es inamovible?

Una manera de averiguar cuál es su condición, es revisando si tiene temores. Si tiene algún temor, es una señal de que usted es deficiente en el área del amor. En la Biblia se afirma que el perfecto amor, echa fuera todo temor. Por tanto, cuando encuentre algún indicio de temor, no trate de controlarlo. Échelo fuera con las más grande revelación del amor.

Por ejemplo, supongamos que se encuentra sufriendo alguna enfermedad. Por supuesto, necesitará tener fe en el poder sanador de Dios y en Sus promesas. Sin embargo, esa fe tiene que estar establecida en la revelación de que Dios lo ama mucho y que quiere su bienestar. Dios lo ama tanto que pagó el precio por todas sus enfermedades. El Señor lo ama tanto que puso todos sus pecados en Jesús, cuando fue a la Cruz, a fin de que usted recibiera la justicia como un regalo. Él lo ama tanto que no sólo está dispuesto, sino está ansioso de cumplir Su PALABRA a favor suyo.

Ese tipo de revelación del amor de Dios le pondrá turbo a su fe. Le dará una confianza relajada y valiente que desafiará el poder de esa enfermedad que lo ha perjudicado. Y le permitirá enfrentar esa situación, y declarar: “Enfermedad, no te tengo miedo. Ya perdiste esta batalla por que el Dios todo poderoso me ama. Con el Señor de mi lado, ¿qué me puedes hacer? ¡Nada!”.

Ese tipo de valentía no es algo que usted deba “ponerse encima”. Es algo que surge de su interior cuando comienza a entender cuánto Dios cuida de usted. Viene cuando usted sabe que en realidad es amado.