«Es verdad que aún somos seres humanos, pero no luchamos como los seres humanos.»
(2 Corintios 10:3)
¿Sabes por qué tantos creyentes están perdiendo las batallas en su vida?
¡Porque están peleando contra el enemigo equivocado!
Han sido engañados y creen que si alguien les dice o les hace algo para perjudicarlos, deben pelear en contra de esa persona. Pero están equivocados.
La Biblia dice que no luchamos contra sangre y carne. Y como todo ser humano es de sangre y carne, eso implica que nuestros semejantes no son nunca el origen de nuestros problemas.
“Pero, hermano Copeland, no sabe lo que fulano y mengano me hicieron”.
Eso no importa, porque si desperdicias tu tiempo peleando contra fulano y mengano, tu verdadero enemigo se saldrá con la suya.
¿Quién es el verdadero enemigo? Mira Efesios 6:12: «La batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso, sino contra principados y potestades, contra los que gobiernan las tinieblas de este mundo, ¡contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes!».
¡Satanás y los demonios serán tus enemigos de por vida! Ellos son los culpables de toda afrenta personal que sufres.
Las personas que te perjudican y te ofenden son sólo sus instrumentos. Cuando Satanás quiere hacerte daño, lo hace por medio de ellas.
Recuerda lo siguiente: la persecución no es la manifestación del odio que otra persona siente contra ti, sino la manifestación del temor que Satanás te tiene. Cuando te sumerges en la Palabra y la usas como la espada del Espíritu, el diablo se llena de temor y busca a alguien a quien pueda enviar en tu contra.
La próxima vez que alguien te ofenda, no te desvíes del camino para pelear contra esa persona; en vez de hacer eso, ata al espíritu que está utilizando a esa persona. Olvídate de la lucha contra la sangre y la carne, y empieza a pelear con las armas del Espíritu. Enfréntate a Satanás con autoridad y con la Palabra de Dios, y ¡derriba al verdadero enemigo!
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