«En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada
y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se
movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz»
(Génesis 1:1-3).
La próxima vez que tenga problemas para amar a alguien, siga este consejo: Cada vez que piense en esa persona, declare que la ama. Dígalo en voz alta, con fe y como si en realidad lo sintiera.
¿Por qué? Porque cuando declara palabras de fe basadas en la PALABRA de Dios, el Espíritu Santo se mueve con poder y hace que se cumplan. Eso es lo primero que se nos enseña en la Biblia. En el primer versículo de Génesis, se nos revela que el Espíritu Santo puede estar presente, con todo Su maravilloso poder y capacidad. Él puede encontrarse allí, preparado y dispuesto a actuar y sin embargo, no hará nada hasta que alguien declare la PALABRA de Dios. Pues Su misión es cumplir la PALABRA.
Si usted ha nacido de nuevo, el Espíritu Santo se encuentra en su interior; dispuesto y con la habilidad de ayudarlo a amar a las personas más difíciles de amar. Pero, es necesario que usted declare las palabras correctas. No puede realizar mucho cuando usted expresa: “¡Esa persona me irrita! Creo que no me voy a llevar bien con ella. ¿Por qué me resulta tan difícil amar a esa persona?”. Ésas no son palabras conforme a la voluntad de Dios, por tanto, el Espíritu Santo no las cumplirá.
No obstante, cuando usted hace que su boca esté de acuerdo con Dios, y declara: “El amor de Dios habita en mí, y amo a este hermano con el amor del SEÑOR. Soy compasivo con esa hermana. La amo, ¡así como Jesús me ama a mí!”. Entonces el Espíritu Santo obrará en usted, ejerciendo Su grandioso poder para ayudarlo a alinear sus emociones y sus pensamientos con esa confesión de fe. Cuando Dios dijo: ¡Sea la luz!, el Espíritu Santo produjo luz en las tinieblas y cuando nosotros confesamos: “Sea el amor”, el mismo Espíritu producirá el amor de Dios en usted.
Quizá usted argumente: “Pero, no siento amor hacia esa persona. Sería un mentiroso si dijera que sí”.
No sería un mentiroso, sólo estaría imitando a su Padre celestial. En la Biblia leemos que Él llama las cosas que no existen como si existieran. Llamó a Abraham “el padre de muchas naciones”, cuando aún no tenía hijos, y su esposa era estéril. Llamó a Gedeón un “poderoso hombre de valor”, cuando se escondía por temor a sus enemigos. Llamó a David un rey cuando era tan sólo un pastor.
Por tanto, exprese algo amoroso. Comience a hablar como Dios, y el poder que convirtió a Abraham en padre, a Gedeón en un guerrero victorioso y a David en un rey; obrará en su alma. El Espíritu Santo hará que la naturaleza de Dios surja de su interior, y usted será una persona más amorosa