«…escogeos hoy a quién sirváis… pero yo y mi casa serviremos a Jehová»
(Josué 24:15).
En 1 Juan 3:9, leemos que si hemos nacido de nuevo, la naturaleza de Dios habita en nosotros. Tenemos Su amor, Su gozo, Su paz, Su bondad, Su paciencia, Su fidelidad y Su templanza. Quizá no los estemos poniendo en práctica, pero los tenemos en nuestro interior
Ahora bien, debemos tomar una decisión. Necesitamos decidir si nos rendiremos ante la naturaleza de Dios en nosotros o si cederemos ante la presión de la carne, y del mundo a nuestro alrededor. Nosotros somos quienes decidimos vivir en amor o en contienda, vivir en gozo o en tristeza, vivir en paz o en tormento.
Algunos cristianos, ni siquiera se molestan en escoger. Simplemente van a la deriva por la vida, esperando a ver qué sucede. Ellos desean, fantasean y esperan que de algún modo terminen disfrutando una vida de amor, pero eso jamás sucede.
Siempre que pienso al respecto, recuerdo cuando anunciaban un servicio telefónico de llamadas a larga distancia. La persona decía: “Si usted no escoge una compañía de larga distancia, alguien más la escogerá por usted”. Así actúa el diablo con nosotros. Si no tomamos la decisión, él la tomará por nosotros. Nos presionará para que nos rindamos ante la carne, con el fin de encerrarnos en una vida de pecado.
Pero en realidad, el enemigo no cuenta con el poder para lograrlo; pues en la Biblia leemos que cuando nacemos de nuevo, el pecado pierde su dominio sobre nosotros. Nuestra vieja naturaleza muere, y no debemos permitir que la carne gobierne nuestra vida. Pero ésta nos dominará, si no elegimos actuar conforme a las fuerzas espirituales que están en nuestro interior, y si no tomamos la decisión de servirle al SEÑOR.
Usted nunca se despertará una mañana viviendo en amor sin hacer ningún esfuerzo. Así no funcionan las cosas, es necesario que nosotros nos lo propongamos.
Yo lo hago casi todas las mañanas, durante mi tiempo de oración. De manera deliberada tomo la decisión de rendirme al fruto del espíritu, durante todo ese día. Por lo general, antes de ver o hablar con alguien, hago una cita para acercarme al SEÑOR, y toma la siguiente determinación: SEÑOR, hoy seré gobernada por el amor, permitiré que el gozo y la paz fluyan desde mi interior. ¡Hoy tendré un buen día!
No tomo esa decisión hasta que estoy en medio de un problema o enfrentando un dilema. Tampoco espero hasta estar un poco molesta, antes de tomar la decisión de si voy a vivir en amor o no. Lo determino antes de tiempo. Luego, cuando el reto se presenta, Dios mismo es quien me respalda, dándome la gracia y la fuerza para actuar conforme la decisión que tomé esa mañana. Y me da el poder para vivir en Su amor.