«Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios
para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se
levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a
la obediencia a Cristo»
(2 Corintios 10:4-5).
Algunas veces, tenemos una idea equivocada de qué es vivir en amor, pues creemos que todo será color de rosa. Sin embargo, fracasamos cuando nos percatamos que debemos luchar contra el diablo en cada paso que damos, a lo largo del camino. El enemigo se ha empeñado por completo en mantenernos alejados de nuestra vida de amor, pues sabe que el amor es la clave para el éxito espiritual. Por esa razón, a menudo nos bombardea con pensamientos diseñados para apartarnos de nuestro rumbo. De manera repetida, nos recuerda las ofensas que los demás nos han hecho. Engrandece los defectos de estas personas, y nos presiona a pensar mal de ellas.
Si cedemos ante esos pensamientos, y los mantenemos en nuestra mente; muy pronto estaremos expresando palabras sin amor, y nos veremos “compartiendo” esos pensamientos con los demás. En otras palabras, estaremos transgrediendo la ley del amor.
Sin embargo, podemos frustrar los planes del diablo, al resistir cada pensamiento de desamor que llegue a nuestra vida. Cuando nos sintamos ofendidos, o pensemos con crueldad en contra de alguien, podemos tomar autoridad sobre nuestra mente, y declarar: “No, me niego a aceptar ese pensamiento. No le daré lugar en mi mente. Yo amo a esa persona, y estoy dispuesto a pensar lo mejor de ella”.
Algunos cristianos parece que no saben que tienen la habilidad de llevarlo a cabo, pues actúan como si no tuvieran el control de lo que piensan. Sin embargo, están equivocados; porque sí tenemos el control absoluto de nuestra mente. Por esa razón, Jesús nos expresó: «No os afanéis, pues, diciendo…» (Mateo 6:31).
De nosotros depende aceptar o rechazar un pensamiento. Si lo aceptamos, terminaremos declarándolo. Si lo rechazamos y nos negamos a confesarlo, ese pensamiento muere sin haber nacido, y jamás actuaremos conforme a éste.
Nuestra hija, Kellie, lo descubrió cuando era sólo una niña. A ella le desagradaba guardar sus juguetes, y hacía todo lo posible para evitarlo. Un día, Kenneth le dio una orden directa: «Kellie, ve a tu habitación ahora mismo, y guarda tus juguetes en el armario».
Y ella le respondió: «No, ése no es mi pensamiento».
Ella ya sabía, siendo una niña de sólo tres años lo que muchos cristianos maduros aún no han aprendido. Si ella no deseaba realizar algo, podía rechazar la idea. Recuerde esto, si no desea actuar de manera poco amorosa, entonces rechace esos pensamientos. Resista al diablo negándose a recibirlos. Luche en su contra llevando todo pensamiento cautivo ante la ley del amor, y vivirá en victoria en cada paso que dé en su vida.