«Yo les digo que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sí se levantará por su insistencia, y le dará todo lo que necesite»
(Lucas 11:8)
Si, como Dios nos dice en 1 Timoteo 2:4, la voluntad de Dios es que todos los hombres sean salvos, entonces ¿por qué no vemos a las multitudes perdidas nacer de nuevo todos los días? ¿Has pensado en eso?
Yo sí… y al preguntarle al Señor con respecto a este asunto me he dado cuenta de que en la mayoría de los casos se debe a que los que ya somos salvos no somos constantes al orar por quienes no lo son. En lugar de perseverar en oración ante el Padre, intercediendo por ellos para que reciban el pan de la salvación, como lo hizo un hombre por su amigo en Lucas 11:8, nos damos por vencidos porque no vemos resultados inmediatos.
No hemos llegado a comprender que la perseverancia ¡es la clave del éxito en la intercesión!
¿Por qué? Ciertamente no es porque tengamos que convencer a Dios de que cambie de opinión. Él nunca cambia, y ya ha tomado una decisión.
Él desea que toda la humanidad se salve. La razón por la cual tenemos que perseverar en la intercesión es para poner presión en las fuerzas demoníacas que tratan de impedir que la voluntad de Dios se cumpla. Esas fuerzas deben ser anuladas mediante la oración, con el fin de poder derribar las fortalezas y quitar las vendas espirituales de los ojos de la gente por la cual estamos orando.
Dios no hará nada en contra de la voluntad de las personas, pero sí intervendrá en respuesta a la intercesión que hagamos para que ellos lo conozcan. En respuesta a nuestra constancia en la oración, Dios les mostrará la necesidad que tienen de volverse a Él. Así, le buscarán, y el renacimiento espiritual se hará una realidad.
Si estás cruzado de brazos esperando que Dios salve a la tía María, al tío Jaime o a tu mejor amigo, deja de esperar con los brazos cruzados y empieza a interceder por ellos. Persevera en la oración. Haz la oración de Efesios 1:16-23 por ellos y no te des por vencido hasta que estén a salvo en el reino de Dios.
Jesús entregó Su vida para que ellos puedan ser salvos. La pregunta es, ¿lo harás tú?
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