«Si obedeciereis cuidadosamente a mis mandamientos que yo os prescribo hoy, amando a Jehová vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma, yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía; y recogerás tu grano, tu vino y tu aceite.»
(Deuteronomio 11:13-14)
Dios mismo dijo que vendría a nosotros como lluvia (Oseas 6:3). No sólo como lluvia, sino específicamente como la lluvia temprana y la tardía.
¿Cuál es la lluvia temprana y la tardía? En términos naturales, los israelitas sabían que la lluvia temprana, la lluvia de otoño, preparaba el suelo para la plantación; y la tardía, la lluvia de primavera, regaba la tierra para producir una buena cosecha.
Ahora bien, en términos espirituales, la lluvia temprana y la tardía representan el mover del Espíritu de Dios en el Antiguo y Nuevo Pacto.
La Biblia denomina a la lluvia temprana, la lluvia del Espíritu del Antiguo Pacto, como lluvia “moderada”. Bajo ese pacto, las personas podrían pasar cientos de años sin escuchar la voz de Dios en la Tierra y sin ver a alguien ungido con el Espíritu Santo. Si había alguien en la Tierra que fuera ungido con el Espíritu del Dios viviente, estos serían guerreros de oración que estarían en algún lugar donde no les prestaran mucha atención y de esa manera las personas jamás los mirarían.
Finalmente, caería una pequeña lluvia. Entonces, un profeta de Dios, un sumo sacerdote o un rey se levantaría en la Tierra. El Espíritu de Dios descendería sobre este profeta, y la unción y los milagros de Dios fluirían a través de cualquiera de ellos. Si usted estaba bajo el ministerio de alguna de estas personas, podía ser sanado, tener todas sus necesidades suplidas de forma sobrenatural y escuchar la voz de Dios.
Para entender qué tan poderosa fue esa lluvia “moderada”, es necesario que se dé cuenta que incluso el ministerio de Jesús estaba bajo el Antiguo Pacto. Él era el Cordero de Dios sacrificado bajo el antiguo Pacto Abrahámico. Por tanto, a pesar de que el ministerio de Jesús fue poderoso, éste no mostró la plenitud de la lluvia del Espíritu Santo.
¡Él mismo se lo dijo a Sus discípulos justo antes de ir a la cruz!: «…El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre» (Juan 14:12).
¿Cómo pudo decir Jesús algo tan asombroso? Porque ¡Él sabía que la lluvia tardía estaba en camino!