«Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la camisa. Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda.»
(Mateo 5:38-42, NVI)
La mayoría de nosotros, se impresiona por completo con la idea de responderles con amor a los que nos maltratan. Queremos discutir con el SEÑOR al respecto, pues para nosotros responde en amor no funciona. Pues desde nuestra limitada perspectiva humana, si no abofeteamos a la otra persona, y si no conseguimos un abogado y presentamos una contrademanda ante la persona que intenta sacar ventaja de nosotros; seremos golpeados, derribados y derrotados.
Por tanto, en lugar de vivir en amor y realizar las cosas a la manera de Dios, insistimos en actuar a nuestra manera —como si nosotros supiéramos mejor que el SEÑOR cuál es la forma más sabia de actuar—. Y como resultado, pecamos y no obtenemos éxito. Nos perdemos de LA BENDICIÓN que nos traería nuestra obediencia.
Cometí el mismo error cuando era niño, mientras mi papá intentaba enseñarme a jugar béisbol. Él me dio el bate, me colocó las manos de forma correcta sobre el bate, luego se alejó y me lanzó la pelota. Pero tan pronto como pude, reposicioné mis manos para poder sostener el bate a mi manera —y lo hice de forma incorrecta—.
Mi padre me dijo: «Kenneth, jamás podrás pegarle a nada sosteniendo el bate de esa manera. Debes tomarlo como te indiqué». Después de corregirme, se alejó para lanzarme la pelota, y yo de nuevo tomé el bate de manera incorrecta.
Así que argumenté: A mí no me funciona hacerlo a tu manera. Tengo que hacerlo a mi manera.
Papá se preparó y me lanzó la pelota y, por supuesto, a pesar de mis mejores esfuerzos fallaba. Al recordar esto, reconozco que era ridículo que yo pensara que sabía más de béisbol que mi papá. Tenía cuatro años, y él era un hombre mayor. Además, prácticamente él era un jugador de béisbol profesional y deseaba compartir conmigo los beneficios de su sabiduría. Él quería prepararme para que pudiera sacar la bola del campo de juego, pero no podía lograrlo mientras yo no confiara en él e hiciera lo que me indicara.
Nuestro Padre celestial actúa de la misma forma. Cuando nos pide que respondamos en amor, incluso con quienes actúan como nuestros enemigos, intenta prepararnos para la victoria. Él nos coloca en posición para recibir LA BENDICIÓN que viene cuando vivimos en amor, ¡a fin de que podamos sacar al diablo del campo de juego!