«…Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.»
(Romanos 6:4)
Cuando Ezequiel vio a Dios en Su gloria dijo que desde Sus lomos para abajo, era fuego; y que de Sus lomos para arriba parecía resplandor (Ezequiel 8:2). El fuego, el viento, el humo y la plenitud de Jehová se conocen como la gloria.
Todo estos elementos conforman la gloria porque se refiere a la vida sobrenatural y a la esencia de Dios… es la misma presencia del Señor manifiesta, ya sea vista o escuchada.
Usted podría decir: “Bien, hermano Copeland, esa clase de gloria maravillosa está reservada solamente para Dios”.
De acuerdo con la Biblia, eso no es cierto. De hecho, en Salmos 8:5 se nos enseña que en el principio de la creación, el ser humano fue coronado de esa gloria.
¡Así es! En el huerto de Edén, el hombre y la mujer no andaban desnudos. Dios los había coronado con el mismo fuego y llama de belleza que había en Él mismo.
¿Sabe qué significa coronar? Significa: ¡Ungir! Dios puso Su mano sobre la cabeza de ellos y los coronó con Su propia presencia y gloria, y comenzaron a brillar igual que Dios.
En el huerto de Edén, ellos no eran vulnerables a los elementos climatológicos, ya que se encontraban rodeados y protegidos por un brillante campo de fuerza de gloria.
La humanidad perdió esa gloria cuando Adán pecó, y todos lo saben; pero de lo que no se dan cuenta es que esa gloria fue restaurada cuando Jesús resucitó; en Romanos 6:4 se nos garantiza eso.
De acuerdo con la Palabra se supone que usted y yo debemos vivir en esa gloria. Hemos sido ungidos con la gloria de Dios, y todo lo que necesitamos se encuentra allí. Su sanidad, sus finanzas, los deseos de su corazón se encuentran en la gloria. Entonces ¡espere la gloria! Manténgase a la expectativa de que la presencia de Dios se manifieste en su vida. Aumente sus expectativas, porque ¡en Su presencia hay plenitud de gozo!