«Acontecerá en aquel tiempo que su carga será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo se pudrirá a causa de la unción.»
(Isaías 10:27)
Desde la caída del ser humano, el diablo ha utilizado a las personas como mulas de carga. Él ha puesto su yugo alrededor de sus cuellos y los ha cargado con pecado, enfermedad, fracaso, pobreza y todo tipo de daño que el infierno produce.
Todos hemos sentido el terrible peso de ese yugo. Hemos experimentado el dolor y la frustración que produce el ser liberado del peso de una carga, sólo para que el diablo nos dé un halón y nos ponga más carga.
Por miles de años, ese yugo de esclavitud fue la ineludible tragedia de la existencia de la humanidad. En lo natural parecía que no había salida. Pero mediante el Espíritu de Dios, el profeta Isaías observó más allá y vio que un redentor venía. Uno que finalmente nos liberaría de la opresión de Satanás.
A fin de apreciar por completo cuán buena es esa noticia, observe que Isaías no dijo que el yugo sería “quebrado” a causa de la unción. Y muchas personas lo leen de esa manera; sin embargo, éste afirma que el yugo sería destruido.
Cuando usted busca ese término en el idioma hebreo, descubrirá que la traducción de la palabra destruido es: “absolutamente inútil”. Es posible reparar un yugo quebrado y colocarlo de nuevo. No obstante, Isaías declaró que esa unción aniquila el yugo del diablo por completo, al punto que ¡no queda evidencia alguna de que hubiera estado alguna vez en su cuello!
Eso significa que cada vez que usted le permite a la unción de Dios destruir cualquier clase de yugo en su vida —ya sea en su salud, en sus finanzas, en sus relaciones personales o en su pasado— éste es literal y totalmente destruido, y no se puede restaurar para usarlo de nuevo. El diablo no puede recogerlo y atarlo a usted de nuevo en esclavitud. A quien el Hijo liberta, ¡es verdaderamente libre!
¡Ésas sí son buenas nuevas!