«y ordenó decapitar a Juan en la cárcel. Y fue traída su cabeza en un plato,
y dada a la muchacha; y ella la presentó a su madre. Entonces llegaron sus
discípulos, y tomaron el cuerpo y lo enterraron; y fueron y dieron las nuevas
a Jesús. Oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto
y apartado; y cuando la gente lo oyó, le siguió a pie desde las ciudades. Y
saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los
que de ellos estaban enfermos»
(Mateo 14:10-14)
No comprender la grandeza del amor de Dios —el cual habita en nuestro interior—, es la razón por la que, como creyentes, no vivimos en amor a plenitud. Medimos el amor con un parámetro equivocado. Cuando nos acercamos malhumorados a otras personas, sólo porque tuvimos un mal día, nos excusamos diciendo: “¡Lo hago porque en realidad no tengo mucho amor!”. Después terminamos sintiéndonos condenados y desanimados. Medimos nuestra capacidad interna por nuestro comportamiento externo, y depositamos más fe en nuestra debilidad carnal que en la PALABRA.
Es hora de cambiar esta situación. Es momento de dejar de creer en nuestras experiencias, y comenzar a creer en lo que se afirma en la Biblia. Pues en ella, leemos que hemos sido hechos partícipes de la naturaleza divina. También se nos afirma que Dios depositó en nuestro interior el mismo amor que le entregó a Jesús (Juan 17:26).
¿Qué tan poderoso es ese amor? Observe la vida de Jesús, y lo descubrirá. Incluso en algunas ocasiones cuando Él estaba atravesando circunstancias dolorosas y difíciles, hizo a un lado Sus propios sentimientos, y ministró a otros. Debido a Su compasión por ellos, hasta se olvidó de Sí mismo.
La manera en que Jesús actuó ante la muerte de Juan el bautista, revela esa verdad con claridad. Sin duda, ése fue un momento doloroso para Él; pues Juan era Su primo, un miembro de Su propia familia. Juan era el único hombre sobre la faz de la Tierra que en realidad conocía la verdadera identidad de Jesús. Bajo cualquier circunstancia, su muerte hubiera sido una gran pérdida. Sin embargo, la repugnante razón de su asesinato y la despreciable manera en que ocurrió, no fue cualquier circunstancia.
Al principio, Jesús reaccionó de la manera en que la mayoría de nosotros habría reaccionado. Tomó un tiempo a solas, pues deseaba un tiempo para asimilar lo que había sucedido.
Pero cuando las personas lo siguieron y lo hallaron, Él los recibió. Su amor por ellos prevaleció por encima de Su dolor personal. La compasión surgió en Su interior como una ola, quitó toda la preocupación, y lo motivó a ministrar a las personas.
¿Desea saber qué clase de amor se encuentra en su interior? No vea su triste pasado, vea el poderoso amor del SEÑOR. Observe cómo ese amor prevalece aún en los momentos de dolor personal. Ésa es la clase de amor que habita en usted.