«Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza….»
(Gálatas 5:22-23)
Así como las obras de la carne —tales como la envidia y la contienda — son enemigos del amor; el fruto del espíritu es un amigo fiel del amor. De hecho, el amor encabeza la lista como el primer fruto del espíritu, pues todos los demás se derivan de él. El amor nos da una razón para ser pacientes y bondadosos. Es el poder que impulsa la fidelidad, la mansedumbre y el dominio propio.
En realidad, es un ciclo maravilloso. El amor se convierte en el fruto fundamental de donde los otros frutos fluyen. A su vez, ellos apoyan al amor para que éste pueda cumplir su propósito.
Por ejemplo, piense acerca de la paciencia y se dará cuenta a qué me refiero. Si usted ama a alguna persona, es más fácil ser paciente con ella, ¿verdad? El amor le da el deseo de seguir tolerando a esa persona aunque esto sea difícil. Una vez que usted active la paciencia, ésta como una fuerza poderosa; le permitirá a su amor soportar esos momentos difíciles sin desalentarse ni darse por vencido.
La paciencia puede definirse como: “Un temperamento equilibrado o tolerante”. Es la cualidad que no se rinde ante las circunstancias ni sucumbe ante las pruebas. Crea una barrera ante la presión, la persecución, la angustia, los problemas y lo mantiene firme.
“La paciencia es el amor a prueba, amor refinado y puro; y el egoísmo vencido”. La paciencia vence a la indiferencia, el odio o los malos tratos; sin enojarse ni pensar en una venganza. En otras palabras, el amor fortalecido por la paciencia nunca se rendirá.
Quizá usted sienta que no tiene ese tipo de paciencia. Pero si es hijo de Dios, la posee. Usted fue creado a Su imagen, se le ha dado Su naturaleza; y la Biblia nos enseña que: “Él es extraordinariamente paciente” (2 Pedro 3:9, AMP).
Sin embargo, usted debe desarrollar su habilidad de andar conforme a esa paciencia. Tendrá que subirse las mangas espirituales, para hablar, y aprender a dejar que la paciencia que Dios le dio, fluya a través de usted.
¿Cómo? Primero, teniendo comunión con Dios en oración y en la PALABRA; meditando en Su paciente amor y creyendo que la misma paciencia esta obrando en usted. Segundo, ejercitando esa paciencia en cada oportunidad que se le presente. Cuando la línea en la tienda de los alimentos se esté moviendo despacio, resista a la tentación de irritarse, y en lugar de eso ríndase ante la paciencia. Cuando se encuentre atrapado en el tráfico, en vez de dejar que la presión de su sangre se eleve, deje que la paciencia tome el control en su vida. Use esas situaciones pequeñas para poner en práctica su paciencia, verá que la paciencia se fortalecerá cuando los grandes desafíos lleguen.
Ciertamente, necesitará esfuerzo, pero si quiere vivir en amor, valdrá la pena y el esfuerzo. Sin paciencia en el trayecto de su vida, no llegará muy lejos. Sin importar lo difícil del camino de la vida, si tiene paciencia podrá recorrerlo en amor, kilómetro… tras kilómetro… tras kilómetro.