«Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.»
(Marcos 4:39)
Por años he predicado que los creyentes deben hablarle de manera directa a la situación que desean cambiar en su vida. Y algunos me han formulado una pregunta muy buena: “¿Qué debo decir?”.
La respuesta es sencilla. Sólo necesita declarar el resultado que desea ver, nada más. Lo único que Jesús expresó para detener esa tormenta impetuosa fue: «Calla, enmudece». Y para secar la higuera Él expresó: «Nunca jamás coma nadie fruto de ti» (Marcos 11:13-14, 20-21).
Necesitamos imitar Su ejemplo, y ya no hablar tanto. Si hubiéramos sido nosotros los que le hubiéramos hablado a la higuera, no habríamos expresado: «…Nunca jamás coma nadie fruto de ti…»; sino, “Higuera, en el nombre de Jesús te maldigo, te envío al infierno. Higuera muere. A ti te digo diablo, sal de ese árbol…”, y así sucesivamente.
Jesús no afirmó que nos escucharía por nuestras muchas palabras, sino por la fe en Su nombre.
Quién sabe qué hubiéramos dicho nosotros antes de secar la higuera.
Pero Jesús no actuó así. Él declaró el resultado final, y nunca miró hacia atrás.
¿Qué le permitió obrar con tanta seguridad? La confianza que Él tenía en la autoridad que llevaban Sus palabras. Él sabía, sin lugar a duda, que el poder de Dios lo respaldaba y permitía que todas Sus palabras se convirtieran en realidad.
Cuando usted obra en fe, puede confiar de igual manera. Dios respalda su fe al igual que respaldó la de Jesús. Entonces háblele a su situación con autoridad y con seguridad. Declare el resultado final.