«Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir.»
(Deuteronomio 28:6)
Las personas siempre conversan acerca de construir la casa de sus sueños. Sin embargo, ¿sabía usted que puede comenzar a edificar sueños extraídos de la Palabra de Dios? Una buena base para esto es Deuteronomio 28. Por experiencia, le puedo asegurar que es un buen material para construir sueños.
Dios predestinó al ser humano para soñar. Él depositó en nuestro interior la capacidad de ser soñadores. Él no nos destinó a vivir limitados por las circunstancias y pensamientos naturales. El Señor desea que soñemos, aun en medio de las circunstancias.
Así procedió Abraham, él se aferró al sueño de Dios —el cual era más grande que los de él—.
Lo mismo puede suceder en su vida, pues el sueño de Dios es más grande de lo que pueda soñar para usted mismo. ¡Éste es muchísimo más abundante de lo que usted pueda pedir o pensar! (Efesios 3:20).
Una vez que reciba ese sueño en su interior, todo empezará a cambiar. Al igual que los míos, sus problemas no desaparecerán de la noche a la mañana. Sin embargo, su actitud será diferente frente a ellos.
Cuando éstos se levanten en su contra y lo amenacen con vencerlo, los sueños de Dios revolucionarán en su corazón.
Confesará: Un momento, yo soy cabeza y no cola. Soy bendecido y no maldecido. No debo soportar estos problemas, pues soy hijo del Rey. Él prepara de antemano mi mesa en presencia de mis angustiadores. ¡Ningún arma forjada contra mi prosperará! (Deuteronomio 28:13, Salmos 23:5, Isaías 54:17).
¡Construir la casa de sus sueños es grandioso! Pero edificar los sueños de Dios en su ser interior y luego ver cómo se convierten en realidad ¡eso es glorioso!