«Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder [de Dios], mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.»
(2 Pedro 1:3-4)
Si está atravesando un desafío de fe, lo primero debe ir a la Palabra y buscar las promesas de Dios referentes a su situación. 2 Pedro 1:3-4 es nuestra garantía de que existen promesas para todo.
Una vez que encuentre las promesas, y las establezca en su corazón; enfoque su atención en ellas. Manténgalas siempre en su mente. Hace años, mis hijos comprobaron el poder de este principio cuando eran muy pequeños.
Ellos se acercaron a mí y me dijeron que querían un bote, a fin de que pudiéramos ir al lago como familia, y pasar un tiempo juntos. Yo respondí: Eso me suena fabuloso, pero tu madre y yo no utilizaremos nuestra fe para obtenerlo. Estamos de acuerdo con ustedes, pero deberán conseguirlo, utilizando su propia fe.
Entonces ellos se fueron, abrieron la Biblia y buscaron las promesas que se aplicaban a su situación (John era muy pequeño para leer. Él sólo escuchaba, y estaba de acuerdo). Después escribieron un acuerdo lo firmaron y lo pegaron en la puerta del refrigerador. Desde ese día en adelante, cada vez que ellos pasaban por el refrigerador, tocaban el acuerdo y confesaban: «¡Gracias Dios por nuestro bote!»; en otras palabras, ellos mantenían este acuerdo constantemente delante de sus ojos y en su corazón.
De vez en cuando, John se molestaba con Kellie, y yo le decía: Hijo, deberías tener cuidado, no puedes obrar en fe si no actúas primero en amor. Y se necesitará fe para obtener ese bote.
Y él replicaba: «¡Me arrepiento, me arrepiento!».
Para no hacer tan larga la historia, 10 días después, un amigo me llamó y me regaló un bote. Luego otro amigo me llamó y me dio un yate con motor ligero.
¿Por qué dos botes? —le pregunté al Señor.
Ve a leer el acuerdo —me respondió.
Aquellos niños se habían puesto de acuerdo para tener el “bote perfecto”. Para ellos esto significaba un bote que pudiéramos usar para pescar, para practicar el esquí acuático y para llevar a la familia completa. ¡Se necesitaron dos botes para llenar los requisitos del acuerdo!
Buscar la promesa de Dios, facilitó la fe de John y Kellie; y esto también se lo facilitará a usted. Es sencillo creer que alguien hará algo por usted si sabe que ya lo ha dicho con anterioridad —especialmente cuando es alguien como nuestro amoroso Padre celestial—.