«¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!»
(Deuteronomio 5:29)
Aunque la actitud misericordiosa de Dios hacia los judíos en el libro de Jeremías es asombrosa, no es inusual. Dios siempre ha tratado de esa forma a Su pueblo. ¿Por qué? Porque así es Su corazón. Él es amor, y así es como el Amor actúa.
A pesar de la desobediencia del pueblo de Dios, y de las dolorosas consecuencias que ellos sufrieron a causa de ésta; Su corazón siempre anheló hacerles el bien. Cuando se encontraban en problemas, Él sufría por ellos. Al igual que nosotros sufrimos por nuestros hijos, cuando vemos que ellos viven en desobediencia; se meten en problemas y sufren daño por eso. El Señor les pidió que le obedecieran, pues sabía que si lo hacían, podrían vivir una vida libre y victoriosa.
El corazón de amor de Dios en el Antiguo Pacto continúa siendo el mismo corazón de amor en el Nuevo Pacto. No ha cambiado. Puede verificar ese testimonio, a través de las palabras que Jesús dijo, cuando se encontraba triste por el rechazo que recibió de parte de los líderes judíos, quienes no creían que Él era el Mesías. Jesús no los despreció, en lugar de eso les expreso: “¡Gente de Jerusalén, gente de Jerusalén! Ustedes matan a los profetas y a los mensajeros que Dios les envía. Muchas veces quise protegerlos, como protege la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, pero ustedes no me dejaron” (Mateo 23:37, TLA).
Lo mismo siente Dios por todas las personas, Él nos ama a todos con esa misma clase de amor: «De tal manera amó Dios al mundo…» (Juan 3:16).
Eso significa que, lo mismo que le dijo Jesús a la gente de Jerusalén, nos lo puede decir a nosotros: “Cuántas veces he suplido sus necesidades y he cuidado de sus hijos, cuántas veces les he dado el anhelo de su corazón; pero aún así no se volvieron a Mí ni me escucharon”.
Eso se debe a que no hemos conocido ni entendido el corazón de Dios ni cuán bueno es Él. Y por esa razón, ha habido momentos en nuestra vida en que sentimos que Dios no nos cuida. Hemos tenido necesidades que no fueron suplidas, y es ahí en donde pensamos que Él se ha olvidado de nosotros. Pero es todo lo contrario, nosotros lo hemos olvidado. Él siempre ha estado dispuesto a sanar nuestro cuerpo, y a suplir nuestras necesidades. Si hemos deseado tener algo bueno, Dios ha estado dispuesto a dárnoslo. El problema es que no hemos vivido en una comunión lo suficientemente cercana con Él, para alcanzar las cosas por fe y recibirlas.
De la misma manera en que hemos sufrido nosotros, también el Señor ha sufrido. Él desea darnos más de lo que nosotros deseamos recibir. Pues, Dios es amor… y así es el Amor.