«Bendice, alma mía, al SEÑOR, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, al SEÑOR, y no olvides ninguno de sus beneficios El es el que perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus enfermedades; el que rescata de la fosa tu vida, el que te corona de bondad y compasión; el que colma de bienes tus para que tu juventud se renueve como el águila.»
(Salmos 103:1-5)
«¡Algo bueno está por sucederle!».
Oral Roberts solía decir esta frase en su programa televisivo cada semana. Estas palabras están llenas de fe, pues él confiaba en el amor y en la bondad de Dios.
Sin embargo, no todos sentían lo mismo cuando él realizaba esa declaración. En una ocasión, conocí a un predicador quien me dijo que le molestaba cuando el hermano Roberts expresaba esa frase. Me explicó: «Las cosas buenas no le suceden a todo el mundo. Sí así fuera la hermana que ora por un avivamiento en su ciudad, no viviría en pobreza. Ella, de algún modo, obtendría dinero… pero esa “cosa buena” nunca sucede. Por esa razón, esa frase no siempre es cierta».
En ese momento, yo tenía la seguridad de que el hermano Roberts estaba en lo cierto, pero no sabía qué responderle a ese hombre. Cuando le pregunté al SEÑOR al respecto, en vez de contestarme al instante, me formuló una pregunta adicional: ¿Sabías que la misma mujer que oró para que llegara el avivamiento a su ciudad y que nunca ha sido BENDECIDA de manera financiera, oró por avivamiento sin recibir BENDICIÓN financiera y sin recibir el bautismo del Espíritu Santo?
Parecía que esa declaración del SEÑOR, no me ayudaba mucho.
Te explicaré un poco más —me dijo el Señor— ¿Sabías que esa misma mujer que nunca recibió BENDICIÓN financiera y que no recibió el bautismo del Espíritu Santo, también pudo haber estado postrada en cama mientras oraba por avivamiento y nunca haber recibido sanidad?
Fue entonces que comprendí lo que me estaba diciendo. No recibimos ninguno de esos beneficios por nuestro buen comportamiento. Pues son parte de los beneficios que el amor de Dios deja a nuestra disposición cuando nacemos de nuevo. Y sólo se reciben por fe, y la fe viene al oír la PALABRA de Dios.
Algunas personas han oído la PALABRA y han desarrollado su fe para recibir algunos de los beneficios de Dios, pero no todos. Esa mujer pobre quien oraba por avivamiento, nunca escuchó predicar acerca de la prosperidad. Jamás obtuvo la revelación de que a Dios le agrada la prosperidad de Sus siervos. Por consiguiente, le sirvió a Él siendo pobre durante toda su vida —no porque esa fuera la voluntad de Dios, sino porque ella no sabía que podía estar mejor—.
Por esa razón, usted necesita alimentarse de la PALABRA y cimentar su fe en los beneficios del amor de Dios. Si usted lo hace, ¡puede estar seguro que algo bueno estará por sucederle!