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enero 15, 2014

Nunca Más Pobre (por Melanie Hemry)

IMG_7939_SP-blogTommy Smith dejó caer un montón de recibos sobre la mesa de la cocina y apoyó su cabeza sobre sus manos. ¿Cómo podían tantas esperanzas y sueños desvanecerse tan rápido como el humo? Él escuchó gemidos que parecían nunca terminar. Los lamentos de Pam eran el sonido más triste que Tommy había escuchado.

Bueno, excepto cuando escuchó caer la tierra sobre el ataúd de su primogénito. Ése fue el sonido más desolador y triste de todos.

Dos años atrás cuando se casaron, la vida parecía ser muy prometedora y llena de esperanza para Tommy y Pam. Cuando Pam quedó embarazada, se convirtieron en la pareja más feliz del mundo. Ellos se maravillaban y regocijaban cada mes durante el proceso. Cada movimiento y cada patada se convertía en una celebración. Ellos disfrutaron cada momento; es decir, cuando compraron la cuna, las cobijas y la ropa para el bebé.

El nacimiento de Jonathan fue una montaña rusa de emociones. Tommy estaba tan lleno de gozo que hasta le costaba respirar. Aún se llena de escalofríos al recordar el sonido de la ambulancia que se abría paso en el trayecto hacia el hospital Fayette, Ala., que llevaba a la persona más especial para él. Al ser admitido en el hospital de niños en Tuscaloosa, Jonathan fue sometido a una cirugía.

Tres días después, el bebé falleció. Y como si el cuarto del bebé, y la cuna no fueran suficientes recordatorios de su pérdida, la cuenta de los gastos médicos que llegaba en su correspondencia era parte de su recordatorio. Cuando Tommy vio el detalle de la cuenta, se sintió abrumado: La cuenta del hospital, el costo de la ambulancia, el costo de la cirugía y los Cuidados Intensivos en la Unidad Neonatal. Gracias a Dios por todas las primas de seguro que había pagado en su trabajo.

Un día, mientras revisaba la correspondencia Tommy encontró una carta de su compañía de seguros. Al leer la carta la primera vez, no la comprendió. Y las manos le temblaban al leerla de nuevo.

«Lamentamos informarle que su caso es una excepción… pues el seguro no cubre a un recién nacido hasta que éste cumple una semana de nacido… debido a que su hijo falleció antes de cumplir dicha semana… esa cuenta no puede ser cubierta por su póliza».

Tommy fijó su mirada en la carta, como si se tratara de una serpiente. Si aún dando hasta el último centavo de su salario anual, le llevaría años saldar la deuda.

Sueños rotos

Tommy expresa: «No sabíamos cómo salir de eso. Perder a Jonathan fue horrible y encima de eso toda esa deuda nos abrumaba. Seguimos orando, leyendo la Biblia y asistiendo a la iglesia, pero habíamos perdido nuestro gozo».

«Mi esperanza era llegar a tener una mejor vida financiera, pues crecí en pobreza. De niño, yo no tenía dinero para comprar almuerzo o comida para llevar a la escuela. La pobreza no sólo se limitaba a mi familia actual, sino que estuvo en nuestra familia durante generaciones. No conocí a nadie en nuestra familia que hubiera asistido a la universidad. La mayoría, abandonó la secundaria y buscó empleo».

«Pam era la mayor entre siete hermanos y sus padres eran pastores. Cada domingo después de la reunión en la iglesia, realizaban una humillante visita a la casa de los abuelos para pedir dinero para los almuerzos escolares de la semana. La diferencia entre Pam y yo era que ella tenía sueños. Ella siempre soñó con ir a la universidad y convertirse en maestra. Después de que nos casamos, ella comenzó a recortar fotografía de revistas y diseños de la casa de sus sueños. Y a mí no me gustaba ni verlos».

Aunque siguieron luchando con sus finanzas, Dios les dio una familia. En 1975, nació su hijo Brad. Dos años más tarde, Pam dio a luz a su hija, Dwanla.

En 1981, Tommy inició su propio negocio. Además, aceptó el llamado a ser pastor de una iglesia.

Tommy afirma que su denominación era tan legalista que tenía una lista más larga de: “No harás”, que la lista que Dios le dio a Moisés. Entre las muchas cosas de la lista que pueden provocar que te expulsen de la iglesia, y te devuelvan a los brazos del diablo está usar un anillo de matrimonio.

Sin embargo, de todas las cosas que los miembros tenían prohibidas, la que se encontraba en primer lugar de la lista era que nunca escucharan predicadores en la televisión. Escuchar una prédica de alguien que no perteneciera a la denominación, era considerado adulterio espiritual.

El fruto prohibido

Por esa razón, en 1985 Pam entró en pánico cuando encontró a Tommy sintonizando el programa televisivo La Voz de Victoria del Creyente. Ella lo sermoneó, le suplicó y le debatió, sin embargo, no pudo detenerlo.

Un día, le preguntó: «¿Tommy por qué vez eso?».

«Sólo siéntate y escucha».

Cruzándose de brazos, se sentó y vio el programa televisivo en silencio. A la semana siguiente, no esperó a que él la invitara. Semana tras semana, mes tras mes, se asombraban de lo que escuchaban. Aunque todo se encontraba en la Biblia, sonaba demasiado bueno para ser cierto.

Tommy expresa: «De todas las cosas que aprendí del hermano Copeland, la más poderosa fue que Dios me ama. Pues nuestra denominación se enfocaba más en la maldición. Nunca habíamos escuchado acerca de LA BENDICIÓN. Por tanto, en vez de sólo enseñar acerca de la doctrina de la iglesia, comencé a predicar acerca de la bendición y el amor de Dios».

Tommy sabía cual sería la consecuencia de sus acciones. Si era sorprendido escuchando al hermano Copeland, sería desterrado de la iglesia. Sin embargo, dos años después de que escuchara a hermano Copeland, Tommy se enteró que los Copeland estarían en una convención en Atlanta, y no sólo asistió; sino que se hizo colaborador del ministerio.

Pam relata: «Aprender a vivir por fe me hizo soñar aún más en grande. A través de los años, seguí trabajando en los planos de nuestra casa. Luego, tan pronto Brad y Dwanla empezaron a ir a la escuela, inicié clases en el colegio universitario. Cuando terminé todo lo que ellos tenían que ofrecerme, me transferí a la Universidad de Alabama y obtuve la licenciatura en educación especial con una certificación para trabajar con niños con discapacidad auditiva».

Permaneciendo firme

Tommy aún seguía hundido en la deuda. Los ingresos de su negocio eran estables, no obstante; cada vez que hacía un intento para progresar, algo sucedía y todo se venía a pique. Un día de 1989, Tommy entró en depresión a causa de su situación —sentía que a nadie le importaba su vida—.

Tommy nos describe cómo le habló el Señor de una manera clara y precisa.

—¿Vez esa fotografía?

Tommy vio la fotografía de sus hijos.

—¡Sí Señor!

¿Los amas mucho?

—¡Sí Señor!

Pues no se compara con el gran amor que te tengo.

Esas palabras fueron una fresca revelación para Tommy. ¡Jesús murió para redimirlo de la maldición! La pobreza y la deuda estaban en su vida porque ellos le habían dado lugar; no porque Dios no los amara.

Tommy clamó a Dios, doblando sus rodillas: «Señor, ¡ya fui redimido de la maldición de la ley! En el nombre de Jesús, declaro que ya no seré pobre jamás».

A partir de ese momento en adelante, las cosas cambiaron.

Tommy explica: «Dos años después de que realizara esa oración, salimos de deudas. Y en lugar de pobreza, parecía que tenía el toque del rey Midas. Todo lo que tocaba, prosperaba. Cuando Brad se graduó de la secundaria, ganó una beca para estudiar en la Universidad de Alabama donde obtuvo una licenciatura. Luego de eso, quería ingresar a la escuela de medicina».

Tommy pensó que debía hipotecar su casa para que su hijo estudiara, y estaba dispuesto a hacerlo. Y cuando oró al respecto, el Señor le dijo: Yo soy tu Papi y el de tu hijo también.

Brad expresa: «Papá, me han ofrecido una beca completa para ir a la escuela de medicina. Y lo único que tengo que hacer es estar de acuerdo con trabajar dos años en el área rural, después de graduarme».

«Pero…» —argumentó Tommy, percibiendo la duda en su hijo—.

«Bueno, quiero ser cirujano. Pero si acepto la beca no voy a poder sacar la especialidad» —replicó Brad.

Y Tommy respondió: «Entonces no aceptes la beca, Dios es tu Papi».

Fe para recibir un milagro

El verano antes de que ingresara a la escuela de medicina, Brad empezó a expulsar flemas con sangre. Un doctor de la comunidad le hizo una radiografía de sus pulmones, y descubrió que Brad tenía un quiste en el pulmón; por consiguiente, Tommy y Pam lo llevaron con un especialista pulmonar.

En la sala de exámenes ellos se dieron cuenta que Brad estaba usando una mascarilla. El médico comparó la radiografía que ellos traían de su casa, con la que se había tomado allí. Ambas revelaban un quiste del tamaño de medio dólar en su pulmón.

«No habrá escuela de medicina para él, —dijo el médico mientras les daba mascarillas— pues tiene tuberculosis. Todos tienen que someterse a cuarentena». Después de que el especialista terminara de decir eso, abandonó la habitación.

Brad volteó a ver a su padre.

Y le expresó: «Me haz predicado de sanidad durante años. Es tiempo de clamar o hacer silencio».

Tommy y Pam oraron para que la gloria de Dios descendiera en aquella habitación, y activaron su fe para reclamar la sanidad de Brad. Poco tiempo después, el médico regresó al lugar. Entonces Tommy le pidió: «¿Podría hacerme el favor de realizarle otra radiografía a mi hijo?».

«Ambas radiografías muestran el mismo resultado —respondió el médico».

«Lo sé, pero apreciaría mucho que le hiciera otra».

El médico colocó las tres radiografías en el negatoscopio. Y no se requería de un título en medicina para ver que en la última, ya no aparecía ningún tumor.

Tommy explicó: «Creemos en Dios».

El médico, quien después se enteraron que era ateo, salió consternado del lugar.

Tommy comenta: «Veinte años después, me volví a encontrar con ese médico. Yo no lo reconocí, pero él sí. Lo primero que hizo fue preguntarme por Brad. Le dije que estaba sano y que ahora era oftalmólogo. Lo que no le conté era que Brad asistió cuatro años a la escuela de medicina, cuatro en su residencia general y especialidad, y que estuvo dos años becado y se graduó sin deberle ni un centavo a nadie. Y yo tampoco le debo nada a nadie. Hoy, Brad es mentor de los nuevos becados en la especialidad de oftalmología de la escuela de medicina, y trabaja como cirujano ocular en el área de St. Louis».

Los sueños se hacen realidad

Mientras Brad estudiaba en la escuela de medicina, Dwanla obtuvo un master en trabajo social.

Era evidente para cualquiera que los conociera que la maldición de la pobreza había sido erradicada de la familia. En un día de 1999, Tommy regresó a casa, y expresó: «Pam, ahora podemos construir la casa de tus sueños».

En 2001, Tommy vendió su compañía de control de plagas e inició la construcción de cobertizos para almacenamiento. Su meta era construir 10 de ellos y colocarlos en un terreno para venderlos. Sin embargo, las personas se los compraban tan rápido, que él construía y vendía 5 por semana. Además de tener la casa de sus sueños, libre de deudas, Tommy y Pam compraron cinco casas más las cuales dan en alquiler.

Tommy declara: «Si hubiera sabido lo que ahora sé, Jonathan no estaría muerto. Ser colaborador de KCM ha cambiado mi vida. No sé con exactitud cuántas veces escuché a hermano Copeland confesar: “¡No tienes que ser pobre jamás!”. Pero cuando obtuve la revelación de esas palabras, y permanecí firme; éstas revolucionaron nuestras vidas. Y como si eso no fuera suficiente, la unción del profeta está sobre nosotros. A causa de que somos colaboradores, cuando el hermano Copeland va a ministrar a Japón nosotros también participamos de su recompensa».

Tommy y Pam Smith fueron expulsados de su denominación, por predicar acerca de Jesús, en lugar de predicar acerca de una doctrina denominacional. Y es algo que ellos admiten que lo disfrutan. Hoy, sus vidas son testimonio para todos los que los conocen. Ellos son embajadores de la bondad de Dios, Su gracia y LA BENDICIÓN.

Texto extraído de: Revista LVVC – Edición enero 2014, página 8