fbpx
mayo 2, 2014

Libera a tus ángeles (por Gloria Copeland)

4-14_gloria-classicNo creo que sea una exageración decir que hoy en día, cada uno de nosotros está enfrentando algún tipo de problema. Alguna clase de dificultad de la que no podemos librarnos sin la ayuda de Dios. Para alguna persona, ese problema podría ser una enfermedad que la ciencia médica no puede curar. Para otra, podría ser un problema financiero o una crisis familiar.  ::  Pero, sin importar qué tipo de pared haya levantado el diablo para impedirte que avances, puedes estar seguro de algo: Dios ha prometido librarte. Sí, así es, pues en la Palabra se nos dice: “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová” (Salmos 34:19). ¡Amo cuando en la Biblia encuentro la palabra todo!

¿Cómo lleva a cabo Dios esa liberación? Una de las formas en que lo hace es a través de los ángeles. Quizá no le hayas dado mucha importancia a los ángeles. ¡Pero deberías! En los días peligrosos en que vivimos, su labor es vital para tu seguridad. Por esa razón necesitas comprender la manera en que actúan.

En Salmos 91:9-11, leemos: “Por haber hecho al Señor tu refugio, y al Altísimo tu lugar de habitación, no te acontecerá ningún mal, ni ninguna plaga o calamidad se acercará a tu morada. Porque Él les asignará a Sus ángeles como encargo [especial] tu vida, para acompañarte, defenderte y preservarte en todos tus caminos [de obediencia y servicio]” (AMP).

Dios les encarga a Sus ángeles tu vida. Les pedirá que te protejan… te guarden… y te ministren.

En Hebreos 1:14, leemos: “No son todos los ángeles espíritus (siervos) ministradores enviados al servicio de [Dios para asistir a] los herederos de la salvación” (AMP). Si eres heredero de la salvación, los ángeles han sido enviados para servirte. Y su ministerio literalmente puede salvarte la vida.

Esa verdad salvó la vida de Sadrac, Mesac y Abednego. La Biblia nos relata que fueron capturados y llevados delante del rey porque se negaron a postrarse delante de su ídolo de oro —y fueron sentenciados a morir en un horno de fuego—.

Cuando el rey les advirtió las consecuencias mortales de sus acciones, los tres respondieron: “No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3:16-18).

En cada ejemplo bíblico donde los ángeles, de manera sobrenatural, han librado a la gente de Dios, he notado algo en particular: todas eran personas fieles. Sadrac, Mesac y Abednego dijeron: “Aunque nos cueste la vida, no nos inclinaremos”. El rey estaba tan enfurecido que ordenó que calentarán el horno siete veces más de lo normal. El fuego era tan intenso que mató a los soldados que lanzaron a los jóvenes dentro del horno.

Sin embargo, la Biblia dice: “Y a Dios, el Señor, corresponde librarnos de la muerte [hacernos libres]” (Salmos 68:20, AMP). Dios libró de la muerte a estos tres siervos fieles.

Cuando Nabucodonosor miró dentro del horno, se atemorizó y les preguntó a sus consejeros:

“¿No lanzamos a tres hombres atados dentro del fuego? Yo veo a cuatro varones desatados, caminando en medio de las llamas, ¡y no están sufriendo daño! ¡Y la forma del cuarto varón es coma la de un hijo de dioses! Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiendo, y exclamó: Sadrac, Mesac y Abednego, ustedes son siervos del Altísimo [de pronto, el rey comenzó a hablar con respeto] salgan y vengan aquí. [Ellos] salieron de en medio de las llamas. Y los sátrapas, los asistentes, los gobernadores y los consejeros del rey, se reunieron y vieron a los tres varones —El fuego no tuvo poder sobre su cuerpo, ninguno de los cabellos de su cabeza se quemó; ni sus vestidos tienen quemaduras o cambió su color o su condición, ni siquiera se le adhirió el olor del humo—” (Daniel 3:24-27, AMP).

Te estoy diciendo, que estos tres jóvenes no sólo fueron librados vivos del horno, sino que salieron sin un solo cabello de su cabeza quemado. Ni siquiera olían a humo.

Cuando Nabucodonosor vio lo que había sucedido, dijo: “Bendito sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abednego, quien envió a Su ángel, y libró a Sus siervos que confiaron en Él” (versículo 28). Hasta el rey Nabucodonosor se dio cuenta de que, debido a que ellos confiaron en Dios, Él envió a un ángel para protegerlos.

Daniel en el foso de los leones

El ejemplo de Sadrac, Mesac y Abednego no es algo único. Dios hizo lo mismo con Daniel.  Probablemente recuerdas esa historia. El rey había sido engañado por hombres impíos para sentenciar a muerte a Daniel. Su único crimen fue orar, y la noche que fue lanzado al foso de los leones, el rey se entristeció.

Después de eso, el rey se fue a su palacio y se acostó sin comer nada. Tampoco permitió que tocaran para él instrumentos de música, y hasta el sueño se le fue.

Muy de mañana, el rey se levantó y lo primero que hizo fue dirigirse al foso de los leones. Cuando estuvo cerca del foso, con voz triste pero fuerte llamó a Daniel y le dijo: “Daniel, siervo del Dios viviente, a quien tú sirves sin cesar, dime: ¿pudo tu Dios librarte de los leones?” Daniel le respondió: “¡Que viva Su Majestad para siempre! Mi Dios envió a su ángel para que cerrara las fauces de los leones y no me hicieran daño…” (Daniel 6:18-22).

En algunas Biblias se incluye una imagen para ilustrar esa historia. En ésta, se muestra a Daniel dormido y a los leones, dormidos a sus pies. ¡Eso me gusta! Esa imagen me recuerda que Daniel durmió mejor en el foso de los leones que el rey en su palacio. Daniel tenía paz porque un ángel de Dios lo protegió.

El profeta Eliseo experimentó la misma clase de protección. En 2 Reyes 6, se nos relata la ocasión en la que él y su criado fueron rodeados por el ejército sirio. Su criado entró en pánico, y exclamó: “¡Señor mío! ¿Qué haremos?” (Versículo 15).

Eliseo miró a los caballos y los carros de ese enorme y hostil ejército, y declaró: “No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos” (versículo 16). Él no oró: “¡Señor, ayúdanos! ¡Protégenos! ¡Guárdanos!”. Él estaba confiado plenamente en que Dios los libraría y los protegería. Por esa razón, sólamente oró: “Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo” (versículo 17).

Eliseo vio en el ámbito espiritual, no sólo al ejército enemigo; sino los caballos, los carros de fuego y los ángeles que estaban a su alrededor. Había más ángeles que soldados de ese ejército. Y los ángeles estaban listos para darle a Eliseo la victoria que necesitaba.

Pedro fue liberado de la prisión

También podemos ver a los ángeles obrando en el Nuevo Testamento. Un ejemplo lo encontramos en Hechos 12, cuando Pedro estaba encarcelado. Santiago había sido asesinado, y Herodes planeaba matar a Pedro el día siguiente: “De pronto una luz iluminó la cárcel y apareció un ángel del Señor, el cual tocó a Pedro en el costado para despertarlo, y le dijo: «¡De prisa, levántate!» Y al instante las cadenas se le cayeron de las manos.” (versículo 7).

Recuerda que Pedro era un hombre de fe. Si fueran a cortarte la cabeza al amanecer, dudo que podrías dormir de manera tan profunda que un ángel tendría que tocarte para despertarte.

El ángel le dijo a Pedro que tomara sus zapatos, y que lo siguiera: “Pasaron la primera y la segunda guardia, y al llegar a la puerta de hierro que daba a la ciudad, ¡ésta se abrió por sí misma!” (versículo 10).

Cuando tus ángeles están actuando, los obstáculos naturales se convierten en nada. Prueba de ello es que las cadenas cayeron de Pedro. Y cuando llegaron hasta la puerta de salida, ésta se abrió por sí sola. Después de que el ángel se fue, Pedro se apresuró para llegar a una reunión de oración, y los creyentes que se encontraban allí se sorprendieron tanto al verlo, que se olvidaron de abrir la puerta para dejarlo entrar. Para Pedro resultó más sencillo ¡salir de la prisión que entrar a la reunión de oración!

Algo más para pensar acerca de los ángeles es que tienen fuerza sobrenatural y sobrehumana. La Palabra nos dice: “…vosotros sus ángeles, Poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra, Obedeciendo a la voz de su precepto” (Salmos 103:20, RV60).

Esa última frase te da una clave para saber qué causa que los ángeles obren a tu favor. Ellos escuchan la voz de la Palabra de Dios. Y También escuchan la voz de Su Palabra que concierne a tu batalla cuando ésta sale de tu boca. Cuando declaras la Palabra de Dios de liberación, los ángeles que están a cargo de tu vida, actuarán para que esa Palabra se cumpla.

La Biblia nos da instrucciones claras acerca de cómo trabajar con los ángeles: “…No le seas rebelde, porque él no les perdonará su rebelión, porque va en mi nombre. Pero si en verdad escuchas su voz y haces todo lo que yo te diga, seré enemigo de tus enemigos y afligiré a los que te aflijan. Sí, mi ángel te precederá…” (Éxodo 23:21-23).

No seas rebelde. ¿Cómo puedes ser rebelde con tus ángeles? Confesando cosas contrarias a la Palabra de Dios. Hablando cosas cómo: “Ellos van a matarme… tengo miedo… estoy enfermo…”.

Cuando confiesas tu derrota y no tu victoria, los ángeles que están a cargo de ti no tienen el derecho de decir: “Pobre insensato, de todas maneras lo bendeciré. Lo protegeré aunque no confíe en Dios”. No, no pueden hacer eso, porque sus manos están atadas por tus palabras de incredulidad. Ellos están limitados. A ellos se les ha encargado escuchar la Palabra de Dios — Palabras de fe. (Salmos 103:20).

Tus palabras pondrán a tus ángeles a obrar a tu favor o los obligarán a permanecer sentados mientras el diablo te atormenta.

Si no has obtenido lo que deseas en tus finanzas, en tu salud o en cualquier otra área, el primer lugar que debes revisar es tu propia boca. No culpes a tu cónyuge, ni a tu pastor. Examina tus palabras. No hay escasez de poder angelical. Hay muchos de ellos —billones—. Si existe escasez en tu vida, es la escasez del poder de la Palabra.

Elimina esa escasez al llenar tu corazón y tu boca con las promesas de Dios acerca de tu victoria. Dale de manera continua a los ángeles la Palabra que necesitan escuchar para protegerte. Cuando seas tentado a hablar acerca de lo mal que está tu situación, deténte. Recuerda lo grandioso de tu salvación. Acuérdate de los ángeles. Recuerda lo que dice en la Palabra de Dios acerca de tu situación. Y abre tu boca.

Texto extraído de: Revista LVVC – Edición abril 2014, página 20