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noviembre 24, 2014

Alcanzando lo Sobrenatural – por Dennis Burke

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A dondequiera que vamos se nos enseña como ser buenas personas desde un punto de vista natural: Nos enseñan cómo tratarnos los unos a los otros. Cómo ser amables con nuestro cónyuge, y cómo ser personas íntegras.
Todo eso está bien y es muy provechoso, pero, a veces necesitamos ir más allá de lo natural. Necesitamos ayudar a las personas a que descubran cómo escuchar al Espíritu Santo, y cómo responderle a Dios.
¡Necesitamos ayudarlas a alcanzar lo sobrenatural!

Hace unos meses, Dios me usó para ayudar a una pasajera de un vuelo que se dirigía hacia Australia a tener un encuentro sobrenatural. El vuelo era largo, así que me levanté para ejercitar mis piernas. En la parte trasera del gran avión jumbo Airbus A380, había una cocina en donde un grupo de personas se habían reunido. En ese lugar, una señora y yo entablamos una conversación:
¿De dónde eres?, me preguntó.
Soy de Texas, le respondí.
No suenas como alguien de Texas.
Bueno, es algo confuso. Nací en California, pero ahora vivo en Texas, le contesté.
Luego, le pregunté: — ¿Y tú, de dónde eres?
Vivo en Australia, pero crecí en Rusia.
Lo imaginé, pues la señora tenía un acento ruso muy fuerte.
Hablamos durante uno o dos minutos, cuando de pronto ella se puso muy seria y me dijo:
Tienes la energía más pura y blanca que jamás haya visto.
Ella captó mi atención.
Y me dijo: «Tengo un don. Vivo en un pueblo pequeño, y muy a menudo las personas me visitan para que les haga un diagnóstico. Puedo ver oscuridad en ciertos órganos de sus cuerpos, y el nivel de energía». Luego, entrecerró sus ojos, y me dijo: «Pero nunca había visto nada tan fuerte».
Después se quedó como si estuviera congelada.
«Algo de gran importancia te sucedió en 1971. ¿Tu padre murió?».
«No» le respondí.
Y ella insistió: «Algo… algo muy dramático te sucedió».
Yo sabía que esa señora había estado consultándole a los demonios mientras conversábamos; sin embargo, yo no estaba asustado.
Después de unos momentos le dije: «Sé exactamente de qué estás hablando. Hay una “energía pura y blanca” en mi interior. Es algo que tú jamás has visto». Luego, aproveché la oportunidad para presentarle la verdadera fuente de energía.
Finalmente, la señora admitió que en el pasado oraba a Dios, sin embargo, nunca supo con exactitud a quién le estaba hablando.
Le dije: «Bueno, yo sé con quién quieres hablar. Yo he hablado con Él durante muchos años. Y sí tienes razón, en 1971 algo muy importante sucedió en mi vida. Ése fue el año en el que hice a Jesucristo el Señor de mi vida». Y luego le dije: «Él es al que has estado buscado durante toda tu vida. Él es la respuesta, y la energía “pura y blanca” que tú ves. Y no existe otra forma de recibir este tipo de vida, sólo a través de Jesucristo».
Mientras conversábamos, la vida estaba confrontando a la muerte, ¡y yo participaba de esa acción! Alabado sea Dios, tuve la oportunidad de presentarle el regalo de la gracia a esta señora que estaba tan perdida, y no lo estaba haciendo solo. El Espíritu Santo anhela que cada creyente se convierta en un espíritu dador de vida que alcanza lo sobrenatural, e imparte el regalo de la gracia. No importa si somos pastores, ministros o personas comunes; todos pertenecemos al ejército del reino de Dios. Ése es nuestro privilegio, y nuestro trabajo.

Cuando David alcanzó la eternidad
Déjame mostrarte un ejemplo de esa impartición de gracia en la Biblia. En 2 Samuel 12, el profeta Natán llegó con David para confrontarlo por el pecado que había cometido con Betsabé. Basados en el Antiguo Testamento, para David y Betsabé no había perdón (Deuteronomio 22:22). La ley ordenaba que los líderes de Israel tomaran a David y lo sacaran a las afueras de la ciudad para apedrearlo hasta que muriera. Pero, David le suplicó a Dios pidiéndole perdón, y Él lo perdonó (Salmos 51).
David vio algo en Dios que el pueblo de esa época no había descubierto en Él. Se dio cuenta que Dios estaba más interesado en perdonar, que en castigar, que estaba más interesado en libertar, que en destruir. Y Natán fue el canal para que David entrara a la dimensión sobrenatural, y encontrara la gracia de Dios. Luego, David entró a la presencia de Dios y descubrió que si confesaba su pecado ante Dios —si lo ponía ante el altar, sin hacer de esto un juego — entonces se le daría acceso a su libertad.
Y en vez de morir, David se convirtió en el rey más poderoso que Israel haya conocido hasta que Jesús llegó como el Rey de reyes. David entendió algo que no se había entendido en la época en la que vivía. Literalmente, entró en el Nuevo Pacto —el Pacto que Jesús nos dio— a través de la gracia y el perdón, y lo recibió para su vida de manera sobrenatural.
En 1 Crónicas 17, David experimentó otra impartición sobrenatural. Y una vez más, vemos que Natán fue el instrumento que Dios usó. Natán se acercó a David para hablar con él, respecto al tema de edificarle una casa a Dios. David había visto los templos que las naciones cercanas habían construido para sus dioses demoníacos y quiso construirle una casa a Dios para avergonzarlos. Eso parecía una buena idea, sin embargo, Dios nunca había pedido por una casa. Así que envió al profeta Natán para corregirlo, y para revelarle Su plan, que consistía en una casa mejor —Jesús—.
«…Te hago saber también que yo, el Señor, te edificaré una casa. Cuando llegue el momento de que te reúnas con tus antepasados, yo haré que uno de entre tus hijos se levante para sucederte, y también afirmaré su reinado. Él me edificará casa, y yo confirmaré su trono para siempre. Yo seré su padre, y él será mi hijo, y jamás le negaré mi misericordia, como se la negué a quien reinó antes de ti; más bien, lo confirmaré en mi casa y en mi reino para siempre, y para siempre se afirmará su trono»
(1 Crónicas 17:10-14).

Nota la importancia del asunto.
Dios le dijo a David, un hombre bajo pacto, un hombre que caminaba en revelación y en perdón, que Él establecería una nueva clase de reino. Dios nunca le había dado a conocer la promesa del Mesías a nadie como se la reveló a David. Y él reconoció la importancia de lo que Dios le había dicho. Había un trono, y éste vendría a través de su familia.
David quedó abrumado por la promesa que el Señor le había dado. Alcanzó a ver en el ámbito de la eternidad que otro reino vendría, el cual sería el comienzo de otra raza humana, una especie que ayudaría a las demás personas a entrar en lo sobrenatural e impartir el don
de la gracia.

Acepta tu posición en la nueva raza
El apóstol Pablo se dio cuenta de esa verdad en 1 Corintios 15:45: «Así también está escrito: «El primer hombre, Adán, se convirtió en un ser con vida»; y el postrer Adán, un espíritu que da vida». El último Adán pertenece a la misma línea de la familia que Dios le anunció a David. David había visto que Dios haría algo sobrenatural por medio de un hombre, algo que va más allá de la capacidad humana. David vio una nueva raza.
¡Tú y yo somos esa raza! Somos una nueva creación en Cristo. No sólo fuimos perdonados, sino que ahora no estamos definidos por nuestro color de piel, nuestra etnia o nuestra historia. Por el contrario, Dios nos diseñó para ser espíritus dadores de vida, y que guían a los demás hacia lo sobrenatural. Debemos impactar a las personas a través de las palabras que hablamos, las oraciones que hacemos, y las cosas que Dios nos da. No solamente somos responsables de ser mejores personas o de tener una vida mejor y feliz; estamos llamados a edificar cosas para Dios.
En 1 Pedro 4:10, leemos: «Ponga cada uno al servicio de los demás el don que haya recibido, y sea un buen administrador de la gracia de Dios en sus diferentes manifestaciones».El comentario del Nuevo Testamento de J.B. Phillips traduce este versículo de la siguiente manera: “Sírvanse los unos a los otros con el don particular que Dios les ha dado a cada uno de ustedes, como fieles distribuidores de la multiforme gracia de Dios”.
La gracia de Dios abarca muchas áreas: La sanidad, los negocios, la predicación, y mucho más. Así como un diamante tiene diferentes cortes, cada corte tiene su propia faceta. Aunque todo el diamante es hermoso, cada faceta es diferente. Y algo similar sucede con nosotros, todos somos diferentes y debemos servirnos los unos a los otros con el don que se nos ha dado. Así es la gracia de Dios —y como ese versículo lo indica, nosotros somos distribuidores de esa gracia—.
El favor de Dios está en nuestro interior para que sea revelado a través de nosotros y a través de los dones del Espíritu Santo.  2 Corintios 8:7 dice: «Por lo tanto, ya que ustedes sobresalen en todo, es decir, en fe, en palabra, en conocimiento, en todo esmero, y en su amor por nosotros, sobresalgan también en este acto de amor». Cada creyente debe crecer en los dones de la gracia para convertirse en una herramienta efectiva en las manos
del Maestro.
Todos necesitamos tomar y aceptar esta revelación, y permitirle al Espíritu Santo que lleve a cabo Su obra por medio de nuestra vida. Tenemos una tarea — usar los dones de la gracia de Dios para cambiar vidas para Su gloria. ¡Estamos aquí para ayudar a las personas a entrar a lo sobrenatural, y así ser distribuidores de la gracia
de Dios!