Por Marty Copeland
Esta es una época del año en la que muchas personas están haciendo resoluciones para el nuevo año. Y sin lugar a duda, muchas de esas resoluciones están centradas alrededor de perder peso.
Esa era yo hace algunos años. Dios me enseño algunas cosas. Me mostros que Él no me llamo para que yo sea flaca y que mis metas tendrían que alinearse con Su Palabra antes de que pudiera involucrarse en mi pérdida de peso. Hasta que me puse de acuerdo con Su Palabra, yo continuaba peleando esta guerra del peso en la carne.
La Biblia dice en Santiago 4:7: que debemos someternos a Dios; oponer resistencia al diablo, y él huirá de nosotros. Yo estaba tratando de resistir al diablo, y no estaba funcionando porque no me había sometido a la Palabra de Dios. Dios quería ayudarme, pero no podía porque yo no estaba jugando bajo sus reglas―las reglas que nos aseguran la victoria.
Yo estaba apoyándome en la fuerza de mi carne. ¡No es de extrañar porque estaba fallando!
«Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; (porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas)» (2 de Corintios 10:3-4 RVR1960)
En Gálatas 6:8, las escrituras dicen: « El que siembra para sí mismo, de sí mismo cosechará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna». La palabra corrupción significa “un estado peor” Cada vez que comía comida para satisfacer lo que en realidad era una necesidad espiritual, estaba sembrando para mí misma (la carne). Y cada vez que sembraba en la carne, la comida tomaba más control sobre mi vida. Después de muchos años de hacer dietas y ciclos esporádicos de comer de más y ayunar, seguidos por sentimiento continuos de culpa y vergüenza, empecé a perder esperanza de que alguna vez seria libre. Probé casi cada dieta que se conoce e hice ejercicio excesivamente, o no hice nada en lo absoluto.
Finalmente, a medida que continúe en la Palabra de Dios, y empecé a descubrir la verdad acerca de lo bueno que es Dios y cuanto me ama. Dios no habría creado al hombre para vivir y tener una relación con Él, darle un cuerpo maravilloso, proveerle comida para su nutrición, sin haberlo equipado para que pueda tener control de sí mismo. El control de sí mismo es un fruto de espíritu.
Dios nos predestino para que seamos a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:29). Bien, ¿cuál es su imagen? Es la misma imagen de Dios.
Jesús dijo: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14:9). En Gálatas 5, Dios es descrito por nueve características: amor, gozo, paz, benevolencia, bondad, mansedumbre, dominio propio, paciencia y fidelidad. Así que, una parte de Jesús es dominio propio―lo que incluye la habilidad de comer bien y controlar la cantidad que comes, la habilidad de hacer ejercicio y por medio de la fidelidad, la perseverancia y la consistencia.
Me di cuenta que cuando tratas de cambiar algo a través de tus fuerzas naturales―como la dieta y el ejercicio―no funciona, este no es un problema natural. Es un problema espiritual, y requiere una solución espiritual. Si tienes un yugo o una carga, únicamente la unción de Dios lo removerá o destruirá.
Deje de desear ser delgada y empecé a desear ser como Jesús. Comencé a confesar lo que Dios me llamo a hacer, lo que me ungió para que haga. Si El me llamo para ser conformada a la imagen de Su Hijo, entonces hay una unción disponible para ayudarme a hacerlo. Cuando nací de nuevo, el Espíritu Santo produjo en mí el fruto del espíritu. Estas características de Dios nacieron en mi espíritu al momento en que nací de nuevo. Me di cuenta que Dios mismo vive en mi interior y que no era mi trabajo producir dominio propio. ¡Él lo hace! Era mi trabajo desarrollarlo. Tal como ejercitamos nuestro cuerpo para hacerlos más fuertes, cuando ejercitamos nuestra fe en Dios, Su presencia se hace más fuerte en nosotros.
En vez de sembrar en la carne comiendo cuando no tenía hambre, comencé a sembrar en el espíritu al ejercitar mi fe en la habilidad de Dios de ayudarme a comer correctamente y se fiel con el ejercicio. Ya no estuve más sin esperanza―poniendo mi fe en mi habilidad propia. Mis armas un eran más canales, sino poderosas en Dios para destruir fortalezas (2 Corintios 10:4)
Cuando pensamientos a cerca de comida venían cuando no tenía hambre, los llevaba cautivos y los derribaba con la Palabra. Decía algo así: “El dominio propio me pertenece y tengo dominio sobre la comida. En el Nombre de Jesús, siembro en el espíritu al ceder al dominio propio. Me considero muerta a la urgencia de comer de más. No soy esclava de la comida, porque Dios me dio su dominio sobre la comida. Soy llamada a ser como Jesús y lo que El me llamo a hacer, El me ungió para hacerlo. Puedo hacer todas las cosas a través de Cristo, El Ungido y Su Unción, que me fortalece”.
Gloria a Dios hoy en día soy 100 por ciento libre y experimento el gozo que vine con la libertad total. Como entrenadora certificada, consejera de guía nutricional y ministra del evangelio, Dios me ha dado la oportunidad de ver a muchas otras personas ser libres por el poder de Su Palabra. La misma verdad que me libero de la esclavitud del peso y del peso de la esclavitud y que todavía está operando en mi vida hoy en día.
Mientras empiezas este nuevo año, te animo a decidir hacer de este el año más victorioso que alguna vez hayas experimentado. Permítele a Dios la oportunidad de mostrarse a si mismo poderoso a tu favor al implementar los siguientes pasos en tu vida diaria:
- Haz a Jesús Señor sobre todo (1 Juan 5:1-4).
Desde tu tiempo de oración hasta tus decisiones acerca de comida, esta será la mejor decisión que alguna vez hayas hecho. Y también es una decisión necesaria para involucrar la unción de Dios―su poder de remover cargas, destruir yugos―para que logres tus metas.
- Identifica el problema.
Muchas veces ponemos nuestra fe en armas humanas―dietas, pastillas, clases de ejercicioscreyendo que esas cosas resolverán nuestros problemas. A medida que fallamos en cumplir nuestras metas, nuestra fe se debilita empezamos a perder la esperanza. Simplemente hemos sido engañados para que peleemos nuestra batalla espiritual en la arena de la carne en vez de creer la Palabra de Dios. Pon tu esperanza y fe en Dios porque Él es el camino a la victoria duradera.
- Pasa tiempo en la Palabra.
Frecuentemente, permitimos que nuestra mente, voluntad y emociones son saquen de lo mejor de Dios para nuestras vidas. El poder de la Palabra de Dios es vital para habilitar que tu espíritu domine tu carne. Al enfrentar tentación, una mente renovada se pondrá del lado de tu espíritu. La transformación únicamente viene a través de renovar tu mente a la Palabra de Dios.
- Camina en el espíritu (Gálatas 5:16)
Aun antes que veas un cambio con tus ojos naturales, continúa sembrando en el espíritu. Es tiempo de siembra y cosecha―entre más fruto del espíritu siembres, más cosecharas. A medida que continúas caminando en el espíritu, no complacerás los deseos de la carne.
- Mantente firme (Gálatas 5:1)
Romper el poder del pecado y la muerte de nuestras vidas fue la responsabilidad de Dios solo una vez y para siempre. Nuestra responsabilidad es mantener esa libertad. Toma la decisión de calidad de no enredarte nuevamente con el yugo de la esclavitud, mantente firme en la libertad que la unción ha alcanzado para ti, y regocíjate en la nueva libertad que has encontrado.
Certificada por el Copper Institute for Aerobics Research in Dallas, TX, Marty Copeland es una entrenadora personal, consejera nutricional y una ministra del evangelio.