«Pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.»
(Marcos 4:19)
Hoy en día, la mayoría de personas se ha acostumbrado tanto a la preocupación que les parece “normal”. Algunos hasta se sienten orgullosos al preocuparse, pues creen que de esa manera le demuestran amor a su familia.
Sin embargo, Jesús la considera ¡mortal! Él la enumeró como una de las cosas que puede acabar con su cosecha, incluso después de que la Palabra haya echado raíces en su vida.
No dudo que este año termine más rápido que el pasado; pero alabe a Dios porque usted puede lograr que éste sea más glorioso y victorioso que cualquier otro año en su vida. ¿Cómo? Tomando una decisión en este momento, antes de que el año transcurra. Decida que éste es el año en que ¡dejará de preocuparse!
Talvez se pregunte: “¿Dejar de preocuparme? Pero Gloria, ¿y no desea también que deje de respirar? Me he preocupado toda mi vida. Y ahora tengo más razones que nunca”.
Al contrario, mientras más problemas esté enfrentando, existen más razones para no preocuparse. La Palabra de Dios puede vencer cualquier circunstancia en su vida. Si usted la deposita en la buena tierra de su corazón y permite que ésta crezca libremente; producirá una cosecha favorable que será mayor que cualquier otra situación.
Observe que dije: crecer libremente. La mejor herramienta que el diablo utiliza para dificultar que la Palabra obre en su vida, es la que describe Marcos 4:19: «…los afanes de este siglo…». Este versículo se refiere a una sola palabra: preocupación.
“Muy bien, Gloria, estoy listo para dejar de preocuparme, ¡éste es mi año!”.
Si usted ya tomó esa decisión, ¡excelente! Pero déjeme advertirle algo: la preocupación es un hábito. Si desea librarse de ella, tendrá que ser diligente. Lo sé por experiencia, pues mis antepasados se preocupaban por todo. Nunca olvidaré el versículo que me ayudó a deshacerme de ese hábito: “Encomienden sus obras al Señor [entréguenselas y confíenselas por completo a Él, y Él hará que sus pensamientos sean agradables a Su voluntad] y todos sus planes se establecerán y serán exitosos” (Proverbios 16:3, AMPC).
Cuando leí este versículo, decidí creerlo. Y al hacerlo, comencé a dejar de preocuparme; y así como un alcohólico deja de beber, fui progresando un día a la vez. Cuando tenía un pensamiento de preocupación, se lo encomendaba al Señor, 60 segundos después, ya venía otro pensamiento; pero una vez más se lo entregaba a Dios.
Repetí este proceso una y otra vez, durante varios minutos. Y a medida que resistía los pensamientos de preocupación, y me alimentaba de la Palabra; éstos comenzaron a desaparecer. ¡Ahora, difícilmente tengo un pensamiento de preocupación!
Así que deshágase de ese hábito. Recuerde Proverbios 16:3 cada vez que la preocupación toque a su puerta. Y muy pronto, será muy normal para usted ¡no preocuparse! ¡Será libre!