Jamás serás demasiado mayor para ser útil en el ministerio. Recuerda, tu deseo de ministrar viene de Dios, y Él no depende de tus recursos para completar esa tarea. Él te concederá el poder y las oportunidades para cumplir ese deseo —a pesar de tu edad—. En Filipenses 2:13, dice: “… porque es Dios Quien está, en todo caso, trabajando con efectividad en ustedes [energizándolos y produciendo en ustedes el poder y el deseo], tanto el querer como el hacer para la buena voluntad, satisfacción y deleite de Él” (Traducción libre de The Amplified Bible).
Dios está buscando disponibilidad, no habilidad, y eso elimina la edad de la ecuación. Él busca a quienes estén dispuestos y jamás hará excepciones basado en la habilidad, en los recursos o en la edad.
Sólo consideremos tres de muchos ejemplos bíblicos: Moisés, Caleb y Josué: cuando Moisés murió a sus 120 años: «… sus ojos nunca se le nublaron, ni perdió su vigor» (Deuteronomio 34:7). Aunque Josué era mayor cuando los israelitas entraron a la Tierra Prometida: «Caleb recibió Hebrón… y arrojó de allí a los tres hijos de Anac» (Jueces 1:20). 45 años después de haber sido enviado como espía a Canaán, Josué declaró: «pero aún me siento tan fuerte como el día en que Moisés me envió a reconocer la tierra. Tengo fuerzas para pelear, y para salir y entrar» (Josué 14:11).
Sin embargo, tú tienes una ventaja sobre cualquiera de estos tres gigantes de la fe. El pacto que tienes como creyente del Nuevo Testamento, es mejor pacto que el que tenían esos tres hombres poderosos. Tu recibiste energía por el poder de la resurrección del Señor (Romanos 8:11) y eres capaz, a través del Espíritu Santo (1 Juan 4:4). ¡Dios te usará en gran manera a medida que vivas en la victoria que recibiste en Cristo! Comienza por ponerte a disposición de Dios para ministrar de manera personal a aquellos con quienes te relacionas a diario: tu familia, tus amigos, tus compañeros de trabajo y tus vecinos. A medida que seas fiel en cumplir esta instrucción, Dios obrará a tu favor y te dará otras oportunidades. Te animamos a que comiences allí donde estás, y permite que Dios te levante (Salmos 75:6-7).