Ésa es una pregunta crucial, la cual todo creyente que en realidad quiere obedecerle a Dios, debe conocer la respuesta. Pero para entender lo que enseña la Palabra de Dios al respecto, debes entender algunos factores espirituales básicos acerca del dinero. El primero es: Si necesitas dinero, la mejor forma de recibirlo es creyéndole a la Palabra de Dios –EN PRIMER LUGAR− antes que a cualquier otra cosa. Debes creer en el versículo de Filipenses 4:19: «…mi Dios suplirá todo lo que les falte, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús». Establece ese versículo en tu corazón. Si no lo haces, pedirás dinero prestado todos los días, y permanecerás en pobreza y en escasez.
Algunas personas tienen miedo de acudir a Dios por sus finanzas. Pues creen que Dios y la pobreza están conectados por un lazo corto, y que Él sencillamente no desea que disfruten de prosperidad en esta vida. Sin embargo, eso no es cierto. La Palabra de Dios dice en 2 Timoteo 6:17: «…el Dios vivo…nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos».
Eso es contrario a lo que la religión tradicional nos ha enseñado. La tradición tomó el pasaje de 1 Juan 2:15 que dice: «No amen al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él», y enseña que si amamos a Dios, no debemos tener nada y debemos deshacernos de todas las cosas de este mundo. Y como resultado de eso, muchas personas tienen miedo de pedirle a Dios algo. Pues piensan que eso no es “espiritual”.
Sin embargo, ¡eso no es lo que Dios dijo!
Lee el versículo 16 de ese pasaje: «Porque todo lo que hay en el mundo, es decir, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre…».
Nota que ese versículo no dice que los autos no son del Padre, tampoco dice que las casas no son del Padre. Y la razón por la que no lo dice, es porque Jesús declaró en Marcos 10:30: «que ahora en este tiempo no reciba…casas…tierras…». Los vehículos, las casas, las cosas, la ropa, o cualquier otra cosa en este mundo no son el problema. El problema ¡es codiciar todas esas cosas!
Algunas personas me han dicho que la Biblia enseña que el dinero es la raíz de todo lo malo.
¡Y eso no es así! En la Biblia dice: «porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual algunos, por codiciarlo, se extraviaron de la fe y acabaron por experimentar muchos dolores» (1 Timoteo 6:10). El dinero no es la causa de los problemas. La causa de los problemas es amarlo y codiciarlo.
Dios está sumamente interesado en tu vida financiera, está interesado en todo lo relacionado a tu bienestar: en tu espíritu, en tu alma, en tu cuerpo, en tus finanzas, y en tus relaciones interpersonales. Y cuando nos redimió, no dejó fuera ninguna parte de tu vida. Él proveyó para todo.
Cuando comencé a enseñar acerca de ese principio, las personas lo mal entendieron. Decían que yo predicaba que era pecado pedir dinero prestado. Sin embargo, no calificaron para esa declaración.
Como puedes ver, no es más pecado prestar dinero que visitar a un médico. Pero, así como hay situaciones en las que sería pecado visitar un médico, también hay situaciones en donde sería pecado pedir dinero prestado.
Dios trató conmigo respecto al tema de pedir dinero prestado, y me dio instrucciones específicas al respecto. Sin embargo, no te obligaré a hacer lo mismo. Pues tendrás que tomar tus propias decisiones en lo que respecta a este tema. Leamos Romanos 14:22-23: «…Dichoso aquel, a quien su conciencia no lo acusa por lo que hace. Pero el que duda acerca de lo que come, ya se ha condenado, porque no lo hace por convicción; y todo lo que no se hace por convicción es pecado».
Y es ahí en donde entra el pecado. Lo que no se haga con fe, es pecado. Visitar un médico y no tener fe, es pecado. Pedir dinero prestado y no tener fe, es pecado.
Manifestar: “Seré sanado ya sea por el médico, o seré sanado por la fe”, está mal. Pues no se trata de “ya sea/o”. Nunca pongas tu fe por un lado para creerle al médico. Si haces eso, estarás alejándote de Dios. Así que, si visitas un médico, ¡visítalo con fe!
Y ese mismo principio se aplica en el tema de pedir dinero prestado. Si quieres evadir el pecado financiero, comienza ahora a establecerte en la Palabra de Dios. Aprende a tomar cada paso en tus finanzas por fe. Y si decides pedir dinero prestado, permíteme darte estas tres sugerencias para ayudarte a mantenerte en el buen camino.
- Habla con Dios antes de pedir dinero prestado. Ya sea que tengas una necesidad −no importa si es porque cometiste un error, o porque cometiste un pecado−, no te alejes de Dios, acércate a Él. Ten comunión con Él y cuéntale el problema. Arrepiéntete. Deja que te perdone, y que te corrija. Luego, pídele sabiduría. Él prometió darte Su sabiduría en abundancia y sin ningún reproche (Santiago 1:5).
- No le pidas dinero prestado a un extraño. En Deuteronomio 15:3-4 leemos: «De un extranjero lo puedes exigir, mas tu mano perdonará cualquier cosa tuya que tu hermano tenga. Y no habrá menesteroso entre vosotros, ya que el SEÑOR de cierto te bendecirá…» (LBLA).
Piensa en un prestamista de la misma forma en que piensas de un médico o un abogado. Si tienes que acudir a uno, escoge a alguien que conozca a Dios. Escoge a uno que pueda unirse en fe contigo –no alguien que estará trabajando con el mundo en tu contra−.
- Ten cuidado con las tarjetas de crédito. Éstas las puedes usar sólo por tu conveniencia, y no como un método para financiar tus necesidades. Así como está mal girar un cheque con menos dinero del que tienes en tu cuenta bancaria, está mal cargarle a tu tarjeta de crédito más de lo que puedas pagarle. Así que no lo hagas.
Si en el pasado caíste en un problema financiero, arregla las cosas ahora mismo. Comprométete que desde hoy en adelante vivirás por fe en relación a tus finanzas, y realiza la siguiente oración conmigo:
“Padre, gracias por esta revelación. Muéstrame en dónde puse a un lado mi fe y me metí en problemas en lo que concierne a mis finanzas. En el nombre de Jesús, rompo todo poder de esclavitud, de deudas, de pobreza, o de escasez sobre mi vida. Rompo el poder de los deseos de la carne, los deseos de mis ojos, y de la vanagloria de la vida. El deseo por las cosas no podrá controlarme. Tu Palabra me ha libertado. Desde este día, recibiré todo buen regalo que tienes para mí POR MEDIO DE LA FE. En el nombre de Jesús, amén”.