«Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno»
(1 Juan 5:19).

¿Por qué será que sólo algunos cristianos viven de manera continua en amor? Debido a que nacemos de Dios y tenemos Su naturaleza de amor en nuestro interior, usted pensaría que lo logramos con facilidad, de manera casi automática. Sin embargo, todos sabemos que no existe nada fácil ni automático con respecto a vivir una vida de amor.

La razón es simple: Vivimos en un mundo guiado por el egoísmo. Constantemente nos encontramos rodeados por una sociedad llena de personas inconversas que sólo se preocupan por ellas mismas. Éstas nacen de las tinieblas, así como nosotros nacemos de la luz. Poseen una naturaleza de fracaso y egocentrista que de manera constante, se encuentran bajo la influencia del diablo. Su actitud los hacer confesar: “Debo cuidar de mí mismo, pues si no lo hago, ¡nadie más lo hará! Tengo que aprovechar y tomar todo lo que pueda, porque si no lo hago, ¡acabaré sin nada!”.

En cierto modo, tienen razón. El padre de ellos, el diablo, no es como nuestro Padre celestial. El enemigo no suple las necesidades de sus hijos. De hecho, no le importan en lo absoluto. Sólo los utiliza, se aprovecha de ellos, y luego los desecha.

Debido a que constantemente estamos rodeados por esa clase de pensamientos, es fácil para nosotros como creyentes pensar igual. Cuando la presión del mundo recae sobre nosotros, a menos que de forma deliberada nos alimentemos con la PALABRA de Dios, terminaremos actuando justo como las personas a nuestro alrededor. Pensando de la siguiente forma: “Si no me propongo salir adelante, aunque sea de forma egoísta en este mundo, ¡jamás saldré adelante en nada!”.

Sin embargo, a diferencia de las personas del mundo, no tenemos por qué pensar de esa manera. Tenemos a Alguien que vela por nosotros. Tenemos al Dios todopoderoso de nuestro lado. Él nos BENDICE constantemente y cuida de nosotros. Él se ha comprometido a velar porque ¡prosperemos y prevalezcamos!

No tenemos por qué buscar ese fin nosotros mismos. Podemos vivir en amor, y enfocarnos en suplir las necesidades de los demás. Podemos invertir nuestra vida dándole a los demás todo lo que podamos, en lugar de aprovechar y guardar todo lo que podamos para nosotros. Sabiendo que nuestro Dios ha prometido devolvérnoslo, ¡en una buena medida, apretada, remecida y rebosante!

Sin embargo, para lograrlo, debemos resistir la presión externa que intenta hacer que nos conformemos con los pensamientos de este mundo. Es necesario que de manera estricta renovemos nuestra mente con la mentalidad del amor, a fin de que cada vez que un pensamiento egoísta nos presione, podamos reconocerlo y rechazarlo. Al alimentarnos con verdades de la PALABRA, y tener comunión con el Espíritu Santo; fortalezcamos nuestro interior, para resistir la presión del mundo. Y vivir de dentro hacia fuera, conforme a la naturaleza y al poder del amor.