«Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.»
(2 Pedro 1:8-9)
Los versículos que preceden estas escrituras, mencionan muchos de los frutos del espíritu —el más importante de todos es el amor—. Los frutos nos permiten saber que si el amor de Dios no abunda ni crece en nuestra vida, es por una razón: Nos hemos olvidado de que fuimos limpios de nuestros antiguos pecados.
Hablando en lo espiritual, nos hemos olvidado de quienes somos.
¿Cómo es posible que lo olvidemos? En realidad, es sencillo. Sólo debemos permitir que los detalles diarios de la vida nos atrapen, para no tener el tiempo de sentarnos y vernos en el espejo de la PALABRA (Santiago 1:23-25). Y perder comunión con nuestro espíritu renacido, y comenzar a pensar de nosotros mismos como simples seres humanos naturales.
No es un proceso que dure años, pues puede suceder en tan sólo un día.
Pues el diablo trabaja de manera constante para cegarnos ante la verdad del espíritu. De forma continua, se afana para llenar nuestra mente con los hechos de este mundo físico. El enemigo quiere que nos involucremos demasiado en este mundo temporal, al punto que perdamos de vista lo eterno e invisible. Cuando cometemos ese error, olvidamos en quienes deseaba Dios que nos convirtiéramos y cedemos ante lo que la externa evidencia natural declara que debemos ser.
Cuando tropezamos y actuamos con falta de amor, comenzamos a pensar que, de hecho, somos personas sin amor y desagradables. Cuando experimentamos sentimientos naturales de egoísmo y molestia, comenzamos a asumir que somos así por naturaleza, en lugar de vernos como en la PALABRA se nos afirma que somos —como nuestro Padre— compasivos, amables y pacientes.
¿Y cuál es la solución? ¡Es simple! Jamás se olvide quién es en Cristo Jesús. Nunca permita que un día termine, sin acercarse a Dios en Su PALABRA y en oración, a fin de que Él pueda recordarle quién deseaba que usted sea.
Es sencillo crecer en amor cuando se le ha recordado que el Dios de amor lo recreó a usted a Su imagen. Es fácil sacudirse los hábitos egoístas, y el pecado cuando vive consciente de que Él, quien no conoció pecado, fue hecho pecado por usted, a fin de que fuera hecho la justicia de Dios. Usted no vivirá conforme al mundo ni en falta de amor cuando guarda su mente de acuerdo con la verdad que afirma que se encuentra lleno del Espíritu de su Padre celestial, y que está destinado a ser como Él.
Si olvida estas revelaciones, su vida se volverá estéril. Por tanto, ¡no las olvide! Abra su Biblia con frecuencia, y véase en el espejo de la PALABRA. Véase cada día a través de los ojos de Dios.