«El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará;
y los recogen, y los echan en el fuego, y arden»
(Juan 15:6).
La comunión que tenemos todos los días con el SEÑOR, nos mantiene habitando en Él y produciendo el fruto del amor, Por esa razón, el diablo siempre intenta distraernos. Nos presiona con horarios ocupados e intenta convencernos de que no tenemos tiempo para tener comunión con Dios. Cuando nos sentamos a leer la PALABRA y a orar, se esfuerza en distraernos, poniendo pensamientos de otras cosas y nos interrumpe de una forma u otra.
Si cedemos ante esas presiones y abandonamos nuestro tiempo de oración, luego el diablo nos condenará. Hace que no nos acerquemos al SEÑOR de nuevo, convenciéndonos de que Dios está molesto con nosotros por haber fallado una vez. En lugar de aprovechar la primera oportunidad y retomar nuestra comunión con Él, nos apartamos pensando que nos castigará y nos juzgará por los tiempos de comunión que nos hemos perdido.
El diablo puede citar de forma incorrecta las escrituras, y afirmar que Dios está cansado de nuestros fracasos; y está listo para lanzarnos al fuego. Nos dirá que Dios nos ha lanzado ¡a la pila de leña!
No escuche esas mentiras. Dios no se molesta con usted cuando no tiene comunión con Él. El Señor lo ama. Está ansioso esperando a que se acerque a Él, y cuando lo haga, Dios se acercará a usted. Le hablará, lo ayudará y lo BENDECIRÁ, pues eso es lo que anhela hacer.
Por esa razón, Dios nos ordena que habitemos en Él. Pues sólo a través de esa comunión, puede entregarle la gracia y la fuerza que usted necesita para vivir en victoria. Dios es la vid, y usted es el pámpano. Si éste se aparta por sí solo de la vid, se secará —y no se secará porque la vid esté molesta con el pámpano—, sino porque sin ese contacto de vida entre ellos, la vid no puede hacer lo que debería por la rama.
Además, en esa escritura no se nos enseña que la vid sea la que reúne ramas marchitas y las queme —ahí se afirma que es el ser humano quien lo hace—. Cuando dejamos de invertir tiempo con el SEÑOR, nos quemamos por las circunstancias de la vida. Cuando los problemas surgen, no tenemos la vida divina fluyendo a través de nosotros para vencerlos. Si no hemos estado habitando en el SEÑOR, nuestra fe no estará preparada; y el fruto del espíritu no fluirá a través de nosotros, ni la sabiduría de Dios estará obrando en nuestra vida.
Por tanto, no permita que el diablo lo engañe llevándolo a esa condición. No deje que lo distraiga y que lo prive de su comunión con el SEÑOR. Tampoco acepte que lo condene y lo convenza de que Dios lo ha lanzado a la pila de leña, porque no desea tener comunión con usted. Resista esas mentiras, sea consciente de que es el diablo —no el SEÑOR— quien añora que sea quemado.