«Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de
sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios»
(Juan 1:12-13).
A veces, a algunos creyentes les cuesta creer que el mismo amor que fluía a través de Jesús; ahora fluye a través de ellos. Quizá expresen: “¡Eso es imposible! Talvez podría tener una pobre imitación de Su amor”.
Piensan que están siendo humildes al confesar esas palabras, pero de hecho, la sola idea de que tengamos una pobre imitación del amor de Dios, es en realidad una actitud bastante arrogante. Nada de lo que podamos llevar a cabo en nuestras propias fuerzas, podría compararse con lo que haríamos basados en el amor de Dios. El amor verdadero que se encuentra en nuestra vida, proviene del Señor; y ése es el mismo amor que se encuentra en Jesús.
Medite en el nuevo nacimiento, y comprenderá esa verdad. Cuando aceptamos a Jesús como el SEÑOR de nuestra vida, Dios nos resucita de la muerte espiritual entregándonos Su propia vida. Las cosas viejas quedan atrás, y el Padre nos hace nuevas criaturas al habitar en nuestro interior. En ocasiones, a ese proceso se le llama: regeneración.
Me agrada ese término porque describe con exactitud lo que nos sucedió. Cuando nacimos de nuevo, nos unimos a Dios, y Él se convirtió en nuestro generador. Su luz y Su vida comenzaron a fluir a través de nosotros.
Eso no significa que somos iguales a Él. Tampoco quiere decir que seamos como Dios, quien es soberano. Significa que estamos conectados a Él. Su misma vida, amor y poder residen en nuestro ser. Nosotros no los producimos, sin embargo, se encuentran dentro de nosotros.
Piense en la toma de corriente eléctrica en su pared, y verá a qué me refiero. Esa toma de corriente cuenta con energía, ¿no es así? El poder no se origina ahí. Proviene de la planta de energía de la ciudad. Pero el poder que esta planta genera —ese mismo poder, no una imitación de éste— se encuentra presente en esa toma de corriente. ¿Cuánto poder hay ahí? Todo lo que usted necesite. Si lo sigue consumiendo, éste continuará fluyendo. La energía no se acabará, a menos que la planta se quede sin ella (o que su conexión con ésta sea interrumpida). Y tendrá toda la que necesite para realizar lo que desee.
Con ese ejemplo, resulta fácil ver que cuando nos conectamos por fe a Jesús, nos conectamos a todo lo que Él es. Y de esa manera, contamos con la capacidad, no sólo para amar como Él ama; ¡sino para amar con Su amor! Podemos tener tanto de ese amor conforme creamos, y todo lo que necesitemos. ¡Mientras más tomemos, más fluirá ese amor a través de nosotros!