«Canten y alégrense los que están a favor de mi justa causa, y digan siempre: Sea exaltado Jehová, que ama la paz de su siervo. Y mi lengua hablará de tu justicia y de tu alabanza todo el día.»
(Salmos 35:27-28)
Algunas personas se abruman cuando se dan cuenta que la fe abre la puerta para que Dios obre en sus vidas, y se molestan al darse cuenta que el amor se manifiesta al máximo, cuando creen con todo el corazón Su PALABRA y la confiesan con su boca.
Quizás se deba a que no están seguros de poder cambiar. Han vivido por mucho tiempo con duda en su corazón y con incredulidad en sus labios; al punto que sienten temor, y piensan que les tomará mucho tiempo cambiar las cosas.
Si usted tiene esos pensamientos, déjeme asegurarle que su temor no tiene ningún fundamento. Usted puede abrirle la puerta de par en par a la fe de inmediato, al tomar: “un curso intensivo” en el amor de Dios. Al entregarse de todo corazón a Su Palabra, invirtiendo más tiempo en la lectura y meditación en lo que las Escrituras nos enseñan acerca de Su bondad; también puede hacer lo que el Salmo 35 nos enseña y manténgalo de continuo en su corazón y en su boca.
Cuando se encuentre poniendo los platos en el lavaplatos, puede alabarlo por Su misericordia, o si va manejando su vehículo hacia el trabajo; puede gritar, cantar y decir: ¡“Te exaltaré, SEÑOR, porque te places en mi prosperidad. Te doy gracias, SEÑOR, por bendecirme!”
Si Kenneth y yo pudimos hacerlo, usted también. Cuando aprendimos que la fe le abre la puerta a la BENDICIÓN de Dios, lo hicimos. El primer año que aprendimos acerca de la fe, no hicimos nada más que leer, estudiar y escuchar enseñanzas de la PALABRA. No estoy diciendo que ignoramos nuestras responsabilidades, pues continuamos trabajando y cuidando de nuestra familia; pero cuando no estábamos ocupados con estas actividades, nos entregábamos por completo a la PALABRA de Dios.
Llegué a llenarme tanto de la PALABRA que ésta fluía de mí con facilidad. Recuerdo una ocasión en particular, me encontraba en el patio tendiendo la ropa y pensando en la PALABRA. El teléfono sonó, y yo estaba tan emocionada y llena de fe que cuando contesté el teléfono dije: “¡Aleluya!”, en vez de decir hola.
Usted puede hacer lo mismo, en vez de abrirle la puerta sólo un poco a la fe; ábrasela de par en par. Tome el picaporte de la puerta con ambas manos y ambos pies, y ábrale la puerta a la PALABRA. Tome un curso intensivo llenando su corazón y su boca con la PALABRA del amor de Dios, se sorprenderá de cuán tan rápido las cosas pueden cambiar.