Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,
sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia
su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna»
(Santiago 1:2-4).
¿Ha sentido alguna vez que las cosas eran más sencillas cuando recién se convirtió a Cristo? ¿Alguna vez ha pensado que Dios le ponía más atención cuando acababa de nacer de nuevo? Si es así, no debe sorprenderse. Muchos de nosotros, a lo largo de nuestro andar con el SEÑOR, hemos descubierto que así es.
En los primeros días de nuestra vida cristiana, si nos enfermábamos acudíamos al pastor; le pedíamos que orara y al instante sanábamos. Cuando nos quedábamos sin dinero y le clamábamos al SEÑOR por ayuda, Él resolvía nuestra situación sin tener que esperar demasiado.
Sin embargo, a medida que crecíamos en el SEÑOR, las cosas comenzaron a cambiar. Lo que solía venir de forma instantánea y fácil, ahora requiere un poco más de esfuerzo espiritual. En ocasiones, pareciera que a Dios no le interesan tanto nuestras necesidades; y deseamos preguntarle: “SEÑOR, ¿acaso ya no me amas?”.
¡Ciertamente Él nos ama! Y nos ama tanto que nos ayuda a crecer. Dios nos permite extender y fortalecer nuestros músculos espirituales. Nos pide que permanezcamos firmes en la PALABRA, y que desarrollemos nuestra fe. Nos ama tanto que se ocupa de nuestra vida, y nos protege de cada dificultad y desafío. Él está comprometido a ayudarnos a crecer, a perfeccionarnos, completarnos, y a que nada nos falte.
Piense en lo que sucede en la vida de un niño, y verá a qué me refiero. Cuando un bebé nace, sus padres realizan todo por ese niño y no exigen nada de él. Cuando el bebé hace un ruido, su mamá se pone de pie y va corriendo a suplir su necesidad. Cuando llora por ayuda —ya sea por un peligro real o imaginario— su papá lo abraza al instante, y le dice: “No te preocupes. Papi no permitirá que nadie te lastime”.
Sin embargo, 15 años después la situación será muy diferente. Si ese niño está recostado en el sofá mirando televisión, y llora para que su madre le lleve una bebida; ella ni siquiera se moverá. Sólo le responderá: “Hijo, si tienes sed, levántate y consigue algo de beber tú mismo”. ¿Le hablará de esa manera porque no se preocupa por él? No, al contrario. Lo dirá porque sabe que es tiempo de que ese niño crezca.
Que este ejemplo sea un alivio para usted cuando deba permanecer firme en su fe, a fin de recibir algo de Dios. Permita que le infunda ánimo cuando enfrente un desafío, y en lugar de evadirlo; Dios le pedirá que camine hacia la victoria a través de Su fuerza, pero deberá hacerlo usted mismo. Recuerde que eso no significa que Él lo ame menos. Al contrario, quiere decir que lo ama lo suficiente como para ayudarlo a crecer en todo aquello para lo cual lo creó.