«¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.»
(Salmos 119:9)
Al comprender que el amor, como un fruto del espíritu, habita en el interior del espíritu renacido de cada cristiano; se preguntará ¿por qué nosotros como creyentes actuamos como actuamos? Si por naturaleza somos personas amorosas: ¿Por qué actuamos algunas veces como las personas más viles?
Actuamos así, porque no hemos cultivado esa nueva naturaleza. Simplemente seguimos rindiéndonos ante los hábitos carnales que hemos desarrollado en los últimos años. Cedemos ante la presión del diablo, haciendo lo que nuestra vieja naturaleza —entrenada por el pecado— quiere hacer; en lugar de rendirnos ante lo que el nuevo hombre (nuestro ser interior) quiere realizar. Como resultado, nuestra naturaleza carnal obstruye nuestra nueva naturaleza, y no deja que ésta se exprese.
¿Cómo quitamos ese obstáculo? ¿Cómo nos deshacemos de esos hábitos viejos; a fin de que el amor de Dios pueda expresarse libremente en nuestra vida?
En primer lugar, podemos hacerlo al leer y al meditar en la PALABRA. En Efesios 5:26, se nos enseña que somos lavados y santificados en «…el lavamiento del agua por la PALABRA»,
Uno de los mejores ejemplos de esa verdad, lo vi hace años en la vida de Kenneth cuando él intento dejar de fumar. Aunque él aún no estaba en el ministerio, ya había nacido de nuevo, amaba a Dios con todo su corazón y quería vivir agradándole a Él. Pero había sido un fumador compulsivo por años, y el hábito ya se había apoderado fuertemente de él.
Luchó por meses para dejarlo. Algunas veces, iba manejando por la carretera y sentía tanto el deseo de dejar de fumar que tiraba sus cigarrillos por la ventana. ¡Conducía unos cuantos kilómetros, pero su carne predominaba y le exigía que fumara, y tenía que regresar para buscar la cajetilla que había tirado!
Sin embargo, todo eso cambio, cuando fue a una reunión a Houston en donde él escuchó mensajes de la PALABRA dos veces al día, a diario por tres semanas. Cuando iba manejando de vuelta a casa después de la última reunión, se percató que no había fumado en días. Había estado tan sumergido en la PALABRA de Dios, que el hábito que una vez se veía imposible de dejar, simplemente había sido lavado.
¿Le gustaría deshacerse de su antigua y egoísta manera de pensar y actuar, lo cual ha impedido que el amor de Dios fluya a través suyo? Dedique un buen tiempo para meditar en las escrituras acerca del amor. Présteles atención y permita que lo limpien. Si usted pone en práctica esas escrituras, la PALABRA de Dios que lo separa del mundo ¡obrará en su vida!