«Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma.»
(Hebreos 10:38)
¿Sabía que Dios no desea que se siente a esperar a que un estruendo del cielo lo agite para que usted actúe? ¿Sabía que Él anhela que usted se atreva a vivir conforme a la fe y al poder, pues así lo declara la Biblia?
“Pero hermano Copeland, temo ser la única persona en hacerlo”.
Bien, piense por un momento: ¿Sería muy malo? Después de todo, usted es un creyente nacido de nuevo, ha sido bautizado en el Espíritu, Dios ha derramado Su amor en su corazón por medio del Espíritu Santo; usted es un coheredero con Jesús y posee un pacto en Su sangre.
El Señor no hizo todo eso en vano. Él no lo volvió a crear sólo para que usted se sentara como un títere, asustado de tomar cualquier iniciativa propia.
Lo creó para que fuera Su socio y trabajara juntamente con Él (2 Corintios 6:1). Eso significa que usted debe cumplir una parte. Usted adquirió responsabilidades, y para llevarlas a cabo, es necesario que tome su lugar como hijo de Dios.
Cuando las personas se le acerquen y le expresen: “¿Quiere decir que usted posee el poder para sanar?”. No debería mover su cabeza y responder: “Oh, no. Sólo soy un don nadie”.
Debería exclamar: “¡Sí, porque el Padre vive en mí, y Él realiza la obras! Jesús afirmó que cuando los creyentes impusieran manos sobre los enfermos, ellos sanarían. Y, alabado sea Dios, ¡yo soy un creyente!”.
Como puede ver, la fe es la fuerza que Dios nos ha dado para gobernar nuestra vida diaria. Él espera que adquiramos esa fuerza espiritual —la misma fuerza que Él utilizó para crear el mundo físico— y que cambiemos las circunstancias, que sanemos nuestro cuerpo físico y que mantengamos nuestra vida alineada a Su Palabra. Él espera que, incluso en medio de un derramamiento de poder milagroso, tomemos nuestra posición; a fin de que seamos: «…imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas» (Hebreos 6:12).
Por tanto, la próxima vez que usted tenga una oportunidad de actuar ¡hágalo! ¿Qué está esperando?