«Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo
justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay
virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad»
(Filipenses 4:8).
En Proverbios 23:7, se nos enseña que una persona actúa conforme a su manera de pensar. Eso significa que para vivir en amor, es necesario tener nuestra mente llena de pensamientos de amor hacia los demás —incluso hacia quienes no nos agradan—.
Quizá usted exprese: “Pero hermano Copeland, ¡no puedo! Conozco a algunas personas que son muy malas y amargadas, ¡y no puedo hacer nada para que me agraden!”.
Sí, usted puede; pues todos tenemos el control total sobre lo que pensamos. Podemos elegir tener pensamientos negativos y de odio hacia alguien, o escoger pensar con amor y de forma positiva hacia esa persona. Es evidente que el Señor espera que nosotros escojamos tener pensamientos de bien y de amor.
Pero debemos ser conscientes de que la mayoría de nosotros necesitamos adiestrar nuestra mente para lograrlo. Hemos malgastado años, enfocándonos en los errores de las personas; en lugar de enfocarnos en las cosas que hacen bien. Es probable que alguien siempre se haya portado bien con nosotros, y le hayamos dado muy poca importancia. Pero, si esa persona nos dice algo desagradable una sola vez (a menos que nos controlemos), le gritamos y nos enojamos durante días, semanas, y en ocasiones, hasta años. Sólo por un simple comentario desagradable. Pensamos tanto en ese comentario, que cualquier cosa buena que la persona haya dicho o hecho en el pasado, queda sin ningún efecto.
El diablo siempre se encargará de que los pensamientos negativos bombardeen su mente. Sin embargo, usted puede evitar mantenerlos en su mente. Puede resistirlos y reemplazarlos con algo mejor. Un ministro expresó: «Usted no puede impedir que las aves vuelen sobre su cabeza, pero sí puede evitar ¡que aniden sobre su cabello!».
Una forma de evitar que los pensamientos faltos de amor tomen el control sobre su mente, es realizando confesiones de amor en voz alta. Es imposible que usted piense una cosa, y hable otra diferente al mismo tiempo. Si desea comprobarlo, comience a contar de uno a diez en su mente, e intente decir su nombre al mismo tiempo. No lo logrará. Su mente tiene que dejar de contar, para que pueda decir su nombre.
Alinee sus pensamientos en la dirección correcta, declarando algo positivo acerca de esa persona. Si no puede pensar algo positivo, recuerde que esa persona es tan preciosa que Jesús murió para salvarla. Y declare en voz alta: Mi Jesús ama a esas persona, ¡y yo también la amo!