«Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros… Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.»
(Romanos 7:23 - 8:2)
Ser esclavos del pecado y de la carne es como vivir en un lugar desolado y tenebroso. Es comovivir a pleno invierno, donde las noches son largas y los días están llenos de tormentas. Son días en lo que desearíamos clamar como el apóstol Pablo: «¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?» (Romanos 7:24).
Sería un triste y solitario clamor si no hubiera una respuesta para éste. Pero gracias a Dios, ¡sí hay una respuesta!
¡Y es Jesús! ¡En Él encontramos nuestra primavera! Cuando nos apartamos del pecado y nos acercamos al Espíritu de Su amor, todo a nuestro alrededor comienza a darnos señales de nueva vida. Su poder y Su perdón nos hace libres de todo lo malvado y perverso que hay en este mundo. Y nos rodea con Su maravilloso calor y luz.
Por asombroso que parezca, este tipo de vida ha estado ahí todo el tiempo. Ha permanecido ahí, así como la vida de la primavera se encuentra presente en los estériles árboles del invierno. Ésta vida sólo está a la espera de la época indicada para florecer.
A causa de que Dios nos ama, Él siempre está ahí para nosotros. Incluso en las épocas de invierno cuando tropezamos y caemos en el pecado, o cuando permitimos que el enemigo nos engañe y nos arrastre de nuevo a las tinieblas.
Incluso en esos momentos, Dios se encuentra ahí. Nunca nos dejará ni nos abandonará, Él está en nuestro interior esperando Su época indicada; a la expectativa de que desatemos nuestra fe. Él espera que palabras de arrepentimiento salgan de nuestro corazón y de nuestra boca, las cuales Él pueda respaldar con Su poder.
No existe cantidad tan grande de muerte ni de tinieblas que puedan hacer que se aleje, ni siquiera la cantidad más grande de pecado puede vencer Su amor.
En el preciso momento que comenzamos a arrepentirnos y a actuar conforme a Su perdón, la primavera vuelve a surgir. Su amor comienza a florecer en nuestra vida. Mientras más vivamos en amor, más crecerá éste en nosotros. Su misericordia comenzará a surgir por todas partes con brillantes y deslumbrantes colores, como las flores nuevas en un jardín. La dulce fragancia del Espíritu nos indicará que todo está BIEN. La sangre de Jesús ha expulsado al pecado y a la muerte. Ahora, la vida fluye una vez más, pues ¡es primavera!
Gracias a Dios, la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús nos ha hecho libres de la ley del pecado y de la muerte. El invierno se acabó para siempre, y viviremos en ¡la eterna primavera!