«Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?»
(1 Corintios 3:3)
La contienda es tan mala que le abre la puerta de nuestra vida a la perturbación y a toda obra perversa (Santiago 3:14-16); por tanto, deberíamos rechazarla con toda nuestra fuerza. Sin embargo, eso no es todo lo que en la Biblia se explica acerca de ésta.
En su carta a los corintios, el apóstol Pablo nos dio más información con respecto a los efectos dañinos que ésta causa:
«De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?»
(1 Corintios 3:1-3).
Los cristianos que viven en la carne son personas desdichadas. Son nuevas criaturas y conocen bastante de Dios como para no disfrutar del pecado; sin embargo, no están los suficientemente comprometidos como para permanecer lejos de éste.
Si no desea estar atrapado en esa condición (y sé que no lo quiere), entonces no se involucre en la contienda ¡porque ésta lo mantendrá en una condición carnal! Le será difícil digerir la carne de la Palabra; y sin esa carne, usted no podrá crecer y convertirse en un creyente fuerte y victorioso. Si usted se molesta y discute con otros, no se desarrollará en su crecimiento espiritual. Permanecerá para siempre en un estado de infancia espiritual, y el diablo lo derribará con frecuencia.
Entonces madure. No se quede como un bebé espiritual. Quite la contienda de su vida y sumérjase en la Palabra. ¡Pronto se convertirá en el vencedor que la Palabra declara que usted es!