«Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor … Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.»
(Juan 15:7-9,11)
¡El gozo de vivir! ¡Qué maravillosa suena esa frase!
Las personas han buscado gozo desde el día en que se cometió alta traición en el huerto de Edén. Y desde que el Espíritu Santo se derramó, el día de Pentecostés, el gozo del SEÑOR ha estado disponible para todos aquellos que deseen recibirlo. Jesús expresó que deseaba que disfrutáramos del gozo —y a plenitud—.
¿Qué debemos hacer para conseguirlo? Amar al SEÑOR con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas. Debemos darle el primer lugar en nuestra vida.
A eso se refería Jesús cuando declaró: «Permaneced en Mí», Dios no quiere que acudamos a Su presencia cuando nuestros planes se frustran, sino que permanezcamos con Él y en Él todo el tiempo. Debemos darle el primer lugar en nuestra vida al SEÑOR todo el tiempo. Y cuando Sus planes se convierten en nuestros planes, funcionarán y traerán gran gozo a nuestra vida. Porque Sus planes siempre nos traen éxito.
Recuerde lo siguiente: Lo que Jesús realizó en la Cruz fue por nosotros. Y lo que hagamos aquí en la Tierra debe ser por Él.
En pocas palabras, habitamos en Jesús y le damos el primer lugar al hacer de Su Palabra nuestra máxima autoridad. Creemos lo que se encuentra escrito en la Biblia porque Jesús lo dijo, y debemos actuar conforme a ella… ahora. Cuando obedecemos, experimentamos gran gozo; pues el gozo de vivir proviene de hacer lo correcto. Y cuando creemos en y actuamos conforme a la PALABRA hacemos lo correcto ¡todo el tiempo!
Quizás usted diga: “Bien, yo creo eso, hermano Copeland; sin embargo, a veces me cuesta saber cómo aplicar la PALABRA en una situación específica de mi vida”.
Lo sé, y por esa razón, Jesús le pidió al Padre que nos enviara al Espíritu Santo. Y nos fue dado para que fuera nuestro Ayudador, nuestro Guía, nuestro Maestro y nuestro Consejero. El Espíritu Santo habita en nuestro interior, y cuando acudimos a Él, se encarga de que recibamos la sabiduría de Dios en nuestra vida.
Una vez que Él nos hace saber cuál es la voluntad de Dios para nuestra vida, estamos obligados a obedecer. Démosle la prioridad a Su consejo y actuemos conforme a éste de la misma manera en que obedecemos la PALABRA escrita. Si deseamos seguir habitando en Jesús, debemos amarlo lo suficiente para llevar a cabo lo que se nos enseña por medio de la PALABRA, y por medio de Su Espíritu —todo el tiempo, sin quejarnos—.
Cuando obedezcamos, descubriremos el verdadero gozo de vivir. ¡Entraremos en el gozo del SEÑOR!