«Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino
aun más excelente.»
(1 Corintios 12:31)
Si usted está hambriento por desarrollar las manifestaciones y los dones del Espíritu Santo en su vida; es decir, ministrar a las personas de manera sobrenatural a través de la profecía, hablar e interpretar en lenguas, palabra de sabiduría y los demás dones del Espíritu, la mejor manera de lograrlo es haciéndolo en amor. Cuando usted vive en amor, se mueve en el fluir del Espíritu Santo. Es sensible a Él y a las necesidades de los demás. Y como resultado, percibirá cosas relacionadas con ellos.
Por ejemplo, captará desde el corazón de Dios la necesidad que ellos tienen, haciendo posible que reciban una palabra de sabiduría o una profecía que los ayudará y animará. Usará el poder de Dios a favor de ellos, no porque esté tratando de ser espiritual, sino porque se preocupa por ellos.
Una ministra quien se movía de manera poderosa y eficazmente en los dones del espíritu explicó, hace algunos años, que esa era la manera en que ella lo hacía. Cuando ella estaba ministrando en un servicio, observaba a toda la multitud y sólo dejaba que el amor de Dios comenzara a moverse en su corazón; y mientras lo hacia, una o dos personas en especifico captaban su atención. Por último se dejaba guiar por el amor.
Muchas veces, no tenía ni idea de lo que iba a hacer, pero se acercaba a las personas y les preguntaba: «¿Puedo orar por usted?». A medida que oraba, o les imponía manos casi siempre, recibía una revelación. Fluía con precisión con palabra de conocimiento o palabra de sabiduría, y todos reconocían que ella había recibido esas palabras de parte de Dios.
En la Biblia se nos enseña claramente que los dones espirituales fueron diseñados para obrar a través de cada persona —no sólo en un círculo, sino en cada creyente— según los reparte el Espíritu. Sin embargo, muchos cristianos permanecen al margen, preguntándose por qué Dios no los usa.
Una de las razones, puede ser que hemos fallado al vivir en amor. Nos preocupamos demasiado por nosotros mismos… de lo que necesitamos… de lo que queremos… de lo que tenemos o no… que nos volvemos apáticos ante las necesidades de los demás. En otras palabras, bloqueamos el fluir sobrenatural del Espíritu Santo con nuestro egoísmo.
Sin embargo, podemos cambiar esa situación al quitar nuestra mirada de nosotros, y ponerla en aquellos que nos rodean. Podemos decirle al SEÑOR, cada día: Padre, decido ser guiado por el amor a partir de hoy. Llévame a las personas que quieres que BENDIGA, y ayúdame a sumergirme en el fluir sobrenatural del Espíritu. Hazme una expresión de Tu poderoso amor… y ¡dame Tus dones para ministrárselos a otros!