«Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra
a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa;
para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. Y vosotros,
padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y
amonestación del Señor»
(Efesios 6:1-4).
Como padres cristianos, debemos dar el ejemplo de amor a nuestros hijos. Pues lo que ellos ven en nosotros es lo que esperan encontrar en Dios. Ésa es una razón, por la cual jamás debemos inculcar temor en ellos en nombre del amor.
El temor y el amor no son un equipo, son opuestos. En la Biblia se nos enseña que el temor atrae tormento. De acuerdo con el diccionario, atormentar significa: “Agitar, aterrorizar, tomar o paralizar para oprimir”. Dios se opone por completo a estas cosas. Su amor las echa fuera. Por consiguiente, jamás intente utilizarlas para instruir a sus hijos.
En lugar de eso, instrúyalos de la manera que Dios lo instruye a usted. Él lo hace con Su PALABRA. No le menciona al diablo o lo envía a su vida para aterrorizarlo, a fin de que le obedezca. Dios envía al Espíritu Santo para guiarlo hacia toda verdad. Si usted ignora esa verdad y de todas maneras se mete en un problema, cuando lo invoque pidiéndole ayuda, Él no lo condenará. No lo golpeará como un perro ni lo dejará con la cola entre las patas. Él lo perdona y le enseña cómo evitar que vuelva a salir lastimado.
Recuerde eso la próxima vez que esté enseñándoles algo a sus hijos. Si los instruye para evitar una situación peligrosa, no los aterrorice. Sólo hábleles de los hechos. No diga cosas como: “Me da mucho miedo que hagas eso, y eches a perder tu vida. Me da mucho temor que no me escuches, y termines en la ruina”.
Hábleles en amor, y crea en ellos así como su Padre celestial cree en usted. Expréseles su confianza en la habilidad que tienen de tomar decisiones correctas. Hágales saber que usted desea lo mejor para ellos, y que espera cosas maravillosas para su futuro.
Cuando se equivoquen, no actúe como si fuera el fin del mundo; no los lastime cuando se encuentren deprimidos. Confórtelos en su dolor. Hágales saber que los entiende, y está ahí para ayudarlos. Luego, hábleles lo que la PALABRA enseña, y dígales: “Mi amor, te amo y quiero que todo esté bien contigo. Analicemos lo que sucedió juntos, y veamos cómo puedes evitar volver a cometer esta equivocación”.
Ya sea que sus hijos sean niños o adolescentes, ellos apreciarán su amabilidad y respeto. Les resultará más sencillo hacer lo que es correcto cuando usted se niegue a provocarlos y a pelear con ellos. Sus hijos, en realidad desearán honrarlo y obedecerle cuando les enseñe y los discipline en amor.